El Real Zaragoza oficializaba en la tarde del lunes lo que era un secreto a voces: la vuelta de Alberto Guitián. El futbolista cántabro vuelve de este modo a la que fue su casa durante seis meses, de enero a junio de 2016. El nivel mostrado por el central en ese corto período fue bastante bueno, pero lo que sucedió a final de campaña empañaría su figura, hasta entonces bastante apreciada por el respetable.
Tras la fatídica derrota en Palamós (6-2), en la cual Guitián no cuajó un buen partido, el jugador decidió no renovar y marcharse libre al Valladolid. Posteriormente hizo una serie de declaraciones que tampoco ayudaron. Una situación similar a la que generó Culio con su llegada hace dos temporadas. El argentino no fue bien recibido en un principio por la afición, y tuvo que disculparse en su presentación oficial ante el público. Presentación en la que estaba presente el propio Guitián, casualmente.
Es innegable que futbolísticamente el central cántabro puede aportar mucho a la zaga zaragocista, la cual está ofreciendo un nivel paupérrimo en lo que llevamos de camapaña. Pero de todos es sabido que el fútbol son emociones, y la llegada de Guitián abre una vieja herida en uno de los momentos más delicados de la historia del club. A su favor juega el hecho de haber renunciado a buena parte de su salario en Valladolid para llegar aquí, un hecho que demuestra su compromiso. La pregunta es, ¿será suficiente para que La Romareda le perdone? Por lo pronto, en la tarde de hoy será presentado y el domingo tiene opciones de partir de inicio en Riazor. El público (y el fútbol) decidirán. El municipal dictará sentencia.