El ironman de Hawái aparece en el objetivo de Roberto Rasal (Huesca, 1972). Ya lo ha conseguido. Otra vez. Ya estuvo allí en 2012. Y fue octavo en su categoría. El oscense regresará a la meca de las prueba deportivas de resistencia. Allí donde el ironman es mítico. Kona flotó durante muchos años como el Grial de las grandes pruebas. La más exigente, la más dura, la que todos ansiaban. Luego, el mundo evolucionó. Y a velocidad de vértigo. Hoy, esas tres distancias, esos tres segmentos de natación, bicicleta y correr a pie han sido ampliamente superados. Pero Hawái es Hawái. Y su Ironman es especial. Es ‘el’ Ironman.
Allí volverá en 2020 Roberto Rasal. Será en octubre. Hasta entonces le quedan entrenamientos de la mano de Joserra que le lleva desde hace algo más de un año. Minuciosos hasta la extenuación, con ‘recompensas’ al sacrificio para llegar a la cita como un reloj suizo. Eso, en el hoy y en el mañana. En el ayer interminables horas de esfuerzo, de sacrificio en lo personal. Su mujer, Elena, y sus niñas, Noa y Violeta, las principales damnificadas por una pasión que surgió tras jugar al baloncesto de alero –La Parrilla, Boscos- y dejarlo por una rodilla que no seguía el ritmo. En sus 190 centímetros, Roberto Rasal metió algo más de 95 kilos y un buen día el deporte volvió a llamar a la puerta de este perito tasador, “desde hace varios años”, para dar a su vida un giro copernicano.
Desde el baloncesto a Hawái
Su amigo Javier López tuvo la culpa. Le conminó a participar en la Media Maratón de Oloron. Fue su estreno. Y el sano cóctel de adrenalina y endorfinas hizo el resto. “Hice un buen tiempo y me enganché. Ya empecé a entrenar casi todos los días e hice el Maratón de Nueva York en 2006 con José Carlos Ciprián ‘Cipri’ y Josean Orús. Fue el primero”, recuerda. El enganche a la bici, también tiene nombre propio, su cuñado Javier. Con diez Quebrantahuesos en sus piernas y cabeza actuó de cicerone. En 2009 y bajo una tromba de agua tremenda, Roberto Rasal la acabó. “Todo esto funciona a base de retos”, explica el deportista que forma parte de la sección de triatlón del Club Ciclista Oscense.
En la línea de salida de la isla de Kona es donde todo triatleta quiere estar al menos una vez en la vida. Y si has estado quieres repetir. En el Ironman de Vichy (Francia) consiguió el billete. Elena le abrió el camino a la clasificación cuando le empezó a cantar los tiempos. Venía además de dos años duros por culpa de un menisco. Demasiado tiempo para un apasionado por el deporte. Quizá por eso le sabe mejor en esta ocasión clasificarse para el grupo de edad 45-50 años.
Kona es otro mundo. Se transforma con el Ironman. A los 2.000 participantes en la carrera se suman otros muchos que van a ver y firmas comerciales donde se presentan los nuevos avances de la temporada. “Es un Ironman distinto a cualquier otro. Y tecnológicamente es donde conoces los avances en estos deportes. Son los Estados Unidos es decir, espectáculo puro y duro”. Y no solo eso. “La luz de Hawái es espectacular. El paisaje es impresionante”, apostilla.
El entrenamiento es la clave de cualquier competición. Y ese día, precisamente, es el menos sacrificado, siempre que el trabajo previó esté bien hecho. “Se sufre para ir y no diré que no es sacrificada la competición, pero la clave está antes”, señala. Y preguntado por el secreto de todo lo que lleva parejo ser un ironman responde que “en la siesta”. “Si no hay siesta no funciono. Siempre justo después de comer y en la cama hasta que me despierte, con cierto peligro si te pasas… Y esto también hay que entrenarlo”, se ríe.
Un triatlón olímpico de Barcelona fue determinante para orientarse hacia el ironman. Lo hizo de la mano de su cuñado Javier. Le gustó tanto que Roberto Rasal empezó a masticar la posibilidad de ser un ironman. “Me enganchó que fuera algo multidisciplinar”, explica. Como ‘piscinas’ de entrenamiento para el segmento de la natación ha tenido y tiene La Sotonera, a veces el embalse de Arguis, y el Mediterráneo de Cambrils, siguiendo un campo de boyas que instalaron hace tres años.
El reto que se marca para esos 3,86 kilómetros de natación en aguas abiertas, 180 kilómetros de ciclismo con un “tremendo aire lateral”, recuerda- y 42,2 kilómetros a pie es el de disfrutar “y hacerlo lo mejor posible”. “Toda la temporada la va a marcar esa carrera”, señala. Y eso implica participar en las otras con una mentalidad distinta a la competición. Son todas para entrenar. Y eso para deportistas tan competitivos como él no es fácil. No va a ser nada fácil.