El fútbol en Zaragoza se ha caracterizado en las últimas décadas por ser un buen cobijo para los delanteros. Existe una estrecha relación entre la afición y el goleador. Parece que, excepto en contadas ocasiones, los nueves siempre triunfan en el club aragonés. La lista es innumerable, incluso en las últimas temporadas en Segunda. Hélder Postiga fue el último nueve que tuvo el Real Zaragoza en Primera División. Tras siete largos años, el portugués rememora su experiencia como blanquillo.
Tras varias etapas en Francia, Grecia y sobre todo en Portugal, acabas fichando por el Real Zaragoza. ¿Qué te lleva al equipo aragonés?
Necesitaba darle un giro a mi vida. Salir de Portugal tras varios años en el Sporting de Lisboa. Había varias ofertas pero la que más me convenció fue la del Zaragoza. Gracias a Fernando Meira que ya estaba aquí y me dijo que había un buen grupo. Fíjate que días antes de fichar el Real Zaragoza perdió 1-6 en la Romareda ante el Real Madrid. Aquello me asustó un poco, pero al final acerté de pleno. En Zaragoza yo me encontré muy a gusto. No solo a nivel deportivo, sino que mi familia se acopló muy bien a la ciudad, y eso es fundamental.
En tu primer año marcas nueve goles. Uno para el recuerdo, la chilena ante la Real Sociedad. No sé si fue el mejor de tu carrera.
Ese gol fue muy especial porque fue el primero que marqué. Al principio me estaba costando rendir bien y adaptarme a la Liga, y esa chilena me sirvió para soltarme. Aunque el gol que mejor recuerdo es uno que marqué de cabeza la siguiente temporada ante el Athletic en la Romareda. Ese 1-0 suponía casi la salvación en ese momento. Después tristemente nos remontaron.
¿Cómo viviste esa temporada tan intensa con Manolo Jiménez en la que hacéis una segunda vuelta maravillosa con puntuación de Champions, cuando estabais casi descartados?
Éramos un vestuario unido. Un grupo muy fuerte. Por supuesto que cuando estábamos abajo había muchas dudas. De hecho recuerdo que en el vestuario hacíamos cuentas muy complicadas: ‘Si ganamos mañana, y los dos siguientes partidos y estos dos rivales no ganan ninguno pues quizá…’ Hicimos una proeza hercúlea. Fue por supuesto clave Manolo Jiménez, un motivador nato. Unía al grupo y tenía un carácter carismático.
En el siguiente año haces tu segunda mejor marca goleadora en tu carrera, 14 goles. ¿Qué le faltó al equipo para salvarse? Hace unas semanas charlamos con Movilla y reconoció esa falta de fuerza en la segunda vuelta.
Ocurrió lo inverso al año anterior. Empezamos jugando bastante bien, de hecho creo recordar que al llegar al periodo de navidades pensábamos que quizá podríamos meternos en los puesto de Europa League. Estábamos cerca. Sin embargo, en la Liga española aprendí que en 3-4 partidos se te puede venir todo abajo. Es una liga muy competitiva. Cogimos una mala racha y no supimos levantar cabeza. El equipo ya no era tan fuerte como en el año anterior y anímicamente no teníamos ese impulso, ese orgullo. Me dolió muchísimo ese descenso, uno de los peores momentos de mi vida. Tenía ya apalabrado quedarme otro año más en Zaragoza. Estaba muy cómodo en la ciudad y el club… Tuve que salir porque no me podían mantener en Segunda.
Tenía apalabrado quedarme un tercer año. Era feliz en Zaragoza.
¿Cómo era su relación con Agapito Iglesias?
La verdad que Agapito y la directiva me trataron bien durante mi estancia en Zaragoza. Lo que me prometieron, lo cumplieron. Hasta el momento de mi traspaso. Ahí me sentí como algo material con el que querían hacer negocio. Lo tenía casi cerrado con un equipo y al final desmontaron todo. Acabé en otro sitio, el Valencia. No sé si fue Agapito o García Pitarch, pero ahí si que me molestó la gestión. Además, recuerdo las pitadas que se hacían en todos los partidos en un momento concreto contra la directiva. Eso también nos influía a los jugadores, había un malestar importante.
Luego te marchaste a un equipo superior en cuanto a exigencia, el Valencia. ¿Cómo recuerdas tu paso por allí? Las lesiones te lastraron…
En el Valencia tuve una buena llegada. No me costó adaptarme, conocía la Liga y venía de hacer una gran temporada anterior. Además estuve un mes entero entrenando yo solo en Zaragoza y tenía unas ganas de competir enormes. Creo que marqué tres goles en mis primeros cuatro partidos. Pero llegó el tema de las lesiones y el problema en la espalda. Salí a la Lazio, después volví, luego firmé por el Deportivo de la Coruña… Y allí siendo un jugador entrado en la treintena y con dos operaciones de espalda asumí que el final de mi carrera estaba cerca.
Además de marcar goles, a lo largo de tu carrera has demostrado que un delantero no solo tiene que marcar. ¿Qué se le pide a un delantero hoy en día?
El mejor ejemplo de delantero moderno es Benzema. Con Cristiano a veces se le criticaba porque marcaba poco y ahora tiene más espacio y brilla. El atacante muchas veces hace un trabajo imposible. El aficionado general pregunta, ¿cuánto quedo el Zaragoza? 1-0, y marcó un central. Ah, entonces el delantero no estuvo bien… Se extraen estas conclusiones tan simples. Ahora que veo el fútbol desde otra perspectiva valoro lo que el jugador hace. Lo que el entrenador le pide: jugar de espaldas, asociarse, el trabajo sin balón… El gol pueden marcarlo otros. Es importante para un delantero, sobre todo en el fútbol moderno, realizar otras tareas.
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¿Cómo es André Pereira? Con el tema de las lesiones apenas se le ha podido ver con el Real Zaragoza.
André disputó una buena temporada en el Vitoria. En el Oporto apenas ha jugado unos partidos sueltos. A mi me gusta porque es un atacante que juega bien de espaldas, que se asocia bien… Pero entiendo que además de las lesiones a un futbolista joven adaptarse al fútbol fuera de su país le puede costar. Te cuento una anécdota. Un amigo mío me dijo una vez cuando estaba en el Valencia que había jugado en las dos hinchadas más duras de España. Y es verdad, estas dos aficiones, la del Zaragoza y la del Valencia, son muy apasionadas en lo bueno y lo malo. Por ello a veces los futbolistas en estos clubes sienten mucha presión. Aunque a mí, jugar bajo presión me encantaba (ríe).
Recuerdo a Víctor Fernández como una persona muy positiva y un loco del fútbol. Daba gusto hablar con él sobre el juego y formaba entrenamientos muy trabajados.
¿Sigues al Real Zaragoza en la actualidad?
Sí. Hablé con Cuartero en diciembre y le dije que si todo iba bien quería estar en algún partido de mayo en la Romareda. En Portugal el fútbol se ha parado y han subido directamente equipos de Segunda. Si el fútbol no vuelve estaría bien que pasara lo mismo. El Zaragoza debe estar en Primera.
Helder, tu trayectoria nace de la mano de un Oporto campeón. Te haces un nombre en Europa y te ficha el Tottenham. Pero en Inglaterra no terminas de adaptarte… ¿Por qué? ¿Qué tiene de diferente la Premier?
Después de esa temporada tan buena en 2003 tuve muchas novias, y al firmar por el Tottenham cumplí un sueño de la infancia: jugar en la Premier. No me adapté al fútbol inglés, lo tenía idealizado y al final no era todo tan bonito. Me costó, el ritmo, el idioma, el clima siempre nublado, Londres que era diferente a lo que imaginaba… Aunque creo que me equivoqué volviendo al Oporto. Yo en ese momento me tenía que haber quedado otro año más allí peleando o haber ido a otro club. Pero claro, era muy joven… Además influyó ver cómo el Oporto había ganado la Champions ese año. Cuando en 2003 ganamos todo: Liga, Copa y la UEFA, era el momento de salir. No se podía mejorar eso. Nadie se imaginaba que un club como el Oporto pudiera ganar un año después la Champions.
Cuando vuelves al Oporto conociste a Victor Fernández, actual entrenador del Real Zaragoza ¿Qué recuerdo guardas de él? Alguna anécdota…
Vïctor Fernández llegó al club tras esa Champions de Mourinho, y claro, eso era muy difícil de sostener. Él propuso lo mismo que en el Deportivo de la Coruña: un fútbol asociativo y valiente. Le recuerdo como una persona muy positiva y un loco del fútbol. Daba gusto hablar con él sobre el juego. Recuerdo entrenamientos muy trabajados.
Recuerdo que hablabas con Cristiano en esa Eurocopa 2004 y ya te garantizaba que iba a ser uno de los mejores del planeta. Tenía una personalidad especial.
Su carrera en Portugal
Quizá, Hélder, tus recuerdos más dulces los has vivido con la camiseta de la selección portuguesa. En la Euro 2004 solo disputas un partido, ante Inglaterra, pero eres clave marcando un gol y metiendo en la tanda de penaltis el tuyo a lo Panenka. En una situación de vida o muerte, con la presión de ser el equipo anfitrión… Hay que tener mucha personalidad para tirar el penalti así con 20 años.
Por aquel entonces yo era un chico muy joven que la había roto el año anterior con el Oporto. Siempre se decía que tenía ese carácter irreverente. Y en ese momento estaba debutando en la Eurocopa con mi selección y en mi país. Imagínate marcar ese gol la confianza que me dio. Luego llegué a los penaltis y tenía la moral por las nubes. Esa selección, a pesar de no ganar, fue muy especial. Se mezclaba la ‘Generación dorada’ con estrellas veteranas como Figo y Rui Costa con algunos futbolistas muy jóvenes. Tiago, que jugó en el Atlético de Madrid, Cristiano Ronaldo y yo.
Has formado delantera muchos años con uno de los mejores de la historia. ¿Cómo es por dentro Cristiano Ronaldo?
Recuerdo que hablabas con él en esa Eurocopa 2004 y ya te garantizaba que iba a ser uno de los mejores del planeta. Ahí apenas era un niño que acaba de fichar el United y que no jugaba de titular en Inglaterra. Pero tú ya veías que tenía la materia prima: talento. Y que además tenía un carácter y un sacrificio, que combinado con lo anterior, le iba a llevar al éxito. Le he disfrutado mucho como compañero en la selección tantos años. Y fíjate ahora, con 35 años y todo ganado, podría relajarse y bajar el pistón. Y no, sigue con un hambre de ganar y de marcar goles tremendo.
Portugal ha sido cantera siempre de extremos. Futbolistas de banda, regateadores… Casi siempre las estrellas del equipo: Ronaldo, Figo, Quaresma, Simao o Nani. ¿Cómo era convivir con tanto futbolista así, le ponía fácil las cosas a su delantero?
Sí. Tradicionalmente Portugal ha sido escuela de extremos regateadores. A veces era difícil porque como eran tan buenos en lugar de ponerte el centro de primeras, volvían a regatear o tiraban la diagonal. A veces te despistabas. Pero en general era una bendición jugar con ellos, tenían una calidad diferencial para darte el pase de gol.
Por último, Mourinho. El entrenador con el que explotaste en el Oporto.
Mourinho fue una revolución para el fútbol portugués. No solo por cuestiones tácticas, por como veía el fútbol, o por su metodología, sino por su capacidad comunicativa. Mantenía un discurso pero a cada jugador o grupo de jugadores se lo transmitía de una manera diferente. En cada vestuario hay caracteres muy diversos, y él sabía adaptarse a ellos para contarles su plan.