Semana muy larga. Nervios e ilusión a partes iguales. Desde el Club noticias alentadoras de una gran Marea Azulgrana en Valencia. A medida que llegaba el momento, una mezcla de tensión y alegría recorría el cuerpo de cada aficionado. Noche previa impaciente, varias miradas al despertador y visualizadas las 4:00 horas, suspiradas las 5:00 y eternizadas las 6:00, por fin llegaron las deseadas 7:00; ¡comienza el día esperado! Pudiera ser día 9 de agosto, pero no: hoy la SD Huesca se juega el partido más bonito de su historia. Los sueños son necesarios para vivir.
Y es que si algo dejó la Marea Azulgrana del pasado sábado es que a pasión va a ser difícil ganarles. Desde muy temprano, cientos y cientos de azulgranas pusieron rumbo a Valencia con el convencimiento de vivir algo histórico. Muchos de ellos lo hicieron en autobús y otros tantos de forma particular. Unos y otros tiñeron las calles del centro de la ciudad del Turia de colorido azulgrana y de orgullo oscense.
Conforme avanzaba la tarde eran muchos los que peregrinaban camino del estadio. El equipo llegaba al Ciutat de València entorno a las 19:00 horas y no iba a estar solo. Cuando una afición siente orgullo por sus futbolistas es la confirmación de que algo grande se está gestando. La hinchada de la SD Huesca no es de las más numerosas, quizás no sea de las que más historia arrastra a sus espaldas, pero es fresca, atrevida y ha respondido cuando la ocasión lo requería.
Minutos antes del comienzo del partido se palpaba la tensión. Esa mezcla de adrenalina acumulada con el paso de las horas y ese nerviosismo de ver que el momento se acerca. La delgada línea entre la gloria y el fracaso es cada vez menor. Uno susurra, el otro se contraria por alguna decisión. Entre medias calor, sudor y un refresco para liberar tensión. 90 minutos que dieron mucho de sí pero que dejaron constancia de un renovado sentimiento que debemos cuidar y mimar.
El resto es fácil de explicar y, para el azulgrana, precioso de imaginar. Una simbiosis en el cielo valenciano culminada por el gol de Samu Sáiz y el cabezazo de Aguilera. Pura magia.
La larga peregrinación de vuelta a casa significó un dulce atardecer, de esos que alegran la vista y endulzan el paladar. La noche caía y la afición cerraba sus ojos, soñando que igual ésta no era la última oportunidad, que la gesta más grande está todavía por llegar.
Como dijo Kipling en su día: “Piensa que puedes y podrás. La batalla de la vida no siempre la gana la persona más fuerte o más ligera, porque tarde o temprano, la persona que gana es aquella que cree que puede hacerlo”. Creamos entonces.