Cuando el foco del Gran Trail Aneto-Posets empieza a apagarse se recopilan historias de una carrera que deja un reguero de emociones forjadas en una prueba de 105 kilómetros trazada por uno de los valles más espectaculares del Pirineo.
Las grandes carreras por montaña están forjadas de cientos de historias. Son un carrusel de emociones. Son las endorfinas a velocidad de crucero. Siempre se dice que ser finisher en estas carreras es una derivada de la fortaleza mental. La cabeza manda sobre las piernas. Solo así se entiende cómo Angels Llobera, ganadora del Gran Trail Aneto Posets, entró en meta tras firmar casi 50 kilómetros con un esguince en su tobillo derecho. Su hija Ona, que le esperaba en meta, daba la pista para entenderlo. O los aplausos a la corredora -y a todos- los que pasaron por el bucle de Benasque después de dar la vuelta al Aneto e ir en dirección a la de Posets.
Una de esas historias se arremolina sobre Víctor José Sánchez y Aitor Torres. Corredor y escoba. Uno de un pequeño pueblecito de Albacete, de Bogarra, el otro del altoaragonés de Fonz. El trail Aneto Posets ha cosido su amistad. El manchego fue uno de los que cerró la carrera. 37h:02m:58s danzando por el Valle de Benasque. Uno de esos titanes a los que hay que ponerles nombre propio. Realmente como a todos los que salieron a las 00:00 del viernes desde el paseo de los Tilos dispuestos a bailar, si fuera necesario, durante dos noches por el Reino del Aneto.
Sus últimos 28 kilómetros fueron con ángel. Aitor Torres fue su protector. Un joven de esos curtidos en el esquí de travesía. Pura fibra. Y convencido de que su papel era acompañar a Víctor en el último tramo o a aquel que requiriera de sus servicios. Con su escobita a la espalda, dejando claro su papel en la carrera, se enganchó a la competición. Antes estuvo en el control de Viadós, como voluntario. “No nos conocíamos de nada. Lo he visto y me he puesto con él a echar una mano. Nos hemos contado nuestra vida”, explicaba Aitor pocos minutos después de entrar en meta. Y puso más palabras a las imágenes que dejaban cuando Víctor, tras abrazar a su chica –Maricarmen- y a sus tres chiquillos –Álvaro, María y Jesús- volvía hacia su escoba para intercambiar teléfonos y agradecer su apoyo. Sin lágrimas, pero, visto desde fuera, dando una imagen cargada de emoción.
La explicación para esas poco más de 37 horas buscando la meta en Benasque y firmar en este tiempo los 105,7 kilómetros de recorrido y 6.760 metros de desnivel positivo la encuentra, dice el manchego, “en la pasión por disfrutar de la montaña”. Y es que ya se sabe que en ocasiones no hay alegría sin dolor. Por eso, Víctor recalcó tras semejante paliza que estaba “feliz”, porque, recalcó, “este final tiene recompensa”. Ni que decir tiene que el trayecto no fue fácil. Tampoco cuando la meta se empezaba a intuir. “En el collado de Estós –narra Aitor- tuvimos mucho aire, pero había que seguir”. El cierre de control apremiaba y hubo que armar mentalmente a Víctor para que aguantara y entrara en tiempo. Ser ‘finisher’ del Trail Aneto Posets no es fácil. El sufrimiento mereció la pena.