Muchos han sido los partidos este año en los que ha aflorado entre la afición un sentimiento de frustración tras ver cómo el equipo no era capaz de imponer su juego y ser superior al rival.
Sin embargo, lo vivido el sábado en el Alcoraz fue diferente. Al menos, yo salí con la imagen de haber estado a merced del rival prácticamente todo el encuentro. Con la impresión de que el equipo no pudo hacer nada más que defenderse como gato panza arriba ante un Las Palmas que manejaba el ovillo – digo, el balón – a su antojo y que solamente su falta de acierto y las intervenciones de Andrés le privaron de hacerse con la victoria.
Más allá de análisis individuales y coincidiendo en que muchos de los jugadores no estuvieron en su mejor versión, a mi modo de ver, el responsable de ello y de no haberles dotado de herramientas suficientes para sobreponerse a las circunstancias del partido, fue el entrenador.
Porque al margen de entrenar durante la semana, elegir el once que salta al césped y plantear el partido de una u otra manera, una de las principales funciones del técnico es la de saber leerlo y reaccionar a las situaciones cambiantes que se dan durante el mismo.
Aún presuponiendo la idea de que el dominio del balón podría ser una concesión al rival como planteamiento inicial de partido para hacerle daño al contraataque, con el paso de los minutos pudimos ver que lejos de serles dañinos, el oponente nos castigaba con la pelota y nos desfondaba.
Quizá, por un aspecto meramente numérico, la presencia de al menos un jugador más en el centro del campo habría podido mejorar esa situación.
Quizá los dos primeros cambios y colocar a Lago de lateral de largo recorrido no sea la mejor opción.
Quizá haber quitado a Gerard Valentín-que estaba tieso- podría haber sido otra.
Quizá jugar con 3 centrales da más seguridad sobre el papel que en la realidad.
Demasiados quizá.
Es cierto que Xisco no ha tenido plantilla para optar por ascender desde principio de temporada, pero también lo es que tiene la responsabilidad de intentar sacar lo mejor de ella.
Pablo Pueyo Canalis