ZARAGOZA | Hugo Pinilla es el último descubrimiento de una cantera inacabable. Todavía en edad juvenil, hoy ha sido junto a Adrián Garrido la gran novedad en el entrenamiento del primer equipo. Su estreno en las prácticas con los mayores llegó en el curso pasado y ya entonces la mirada de Víctor Fernández se detuvo en el mediocampista. Pertenece a una estirpe distinta: su perfil es el de un futbolista creativo, con imaginación y una lectura privilegiada del juego. Tiene magia en una baldosa y el fútbol en la cabeza. Su evolución del último año le ha llevado a asentarse a las órdenes de Emilio Larraz y a ser una de las grandes esperanzas de La Ciudad Deportiva.
Pinilla encaja en la definición de un canterano ejemplar. Zaragocista desde la cuna, entró en la disciplina del Real Zaragoza desde la base, procedente del Amistad, en Alevín B. Pertenece a una generación prometedora, en la que se integraron a la vez jugadores como Hugo Barrachina, Dennis Rufo, Daniel Cantero, Jorge Cestero, Diego Hernández o Adrián Sancho. Compartió también quinta con una de las mayores joyas de la última década, Jano Monserrate. Su salida, rumbo al Atlético de Madrid, se interpretó como un cisma en La Ciudad Deportiva, casi como un trauma de cantera. Pinilla eligió quedarse, desoír los cantos que también se interesaron por su fútbol.
Hugo Pinilla, una esponja
De desarrollo físico tardío, la progresión del canterano se ha acentuado en las últimas dos campañas. Esta pretemporada Larraz le vio condiciones diferentes y ensayó con él para su filial. Hugo Pinilla se centró en su evolución y repitió en cada conversación una lección esencial para cualquier deportista: “Me voy a enfocar en dar el máximo en cada entrenamiento, en ser mejor cada día. Lo demás, no lo puedo controlar”. Con esa receta tan simple y madura, Pinilla convenció a Larraz y ya es un habitual en el Deportivo Aragón. Su mezcla, más excepcional que frecuente, con Pablo Cortés, Lucas Terrer o Chema Aragüés descubre a cuatro talentos que hablan el mismo lenguaje.
En La Ciudad Deportiva sorprende su rápido aprendizaje, su capacidad para adaptarse al fútbol de los mayores y su facilidad para salir de las situaciones más complejas del juego. Desde el club le definen como una esponja y le consideran un hallazgo especial. Aplicado en todos los planos de su vida, este curso inició su primer año de medicina. Mantiene todavía su aspecto infantil y evoluciona sobre el césped: cuida su manejo de balón y un talento singular. Una curiosidad descubre todavía una morfología adolescente: en sus primeras veces como capitán en Juvenil, tenía que usar los brazaletes antiguos, de la marca Mercury, porque los de Adidas le iban grandes.
Listo y trabajador, Hugo Pinilla vive el sueño de su infancia y está a las puertas del primer equipo. Desde su colegio Romareda podía escuchar el rumor del estadio en el que siempre quiso jugar. E imaginó en todos sus recreos goles que llevaban su nombre. Ahora está cerca, a un paso de cumplir su profecía. A su favor tiene una ventaja sustancial: Víctor Fernández siempre entendió el talento y desde los primeros entrenamientos tuvo la impresión de asistir al nacimiento de algo distinto.
El técnico miraba con ilusión al último descubrimiento de La Ciudad Deportiva. Hugo Pinilla, el próximo cachorro.