Antes del partido de Ibiza, en conversaciones entre aficionados, casi todos coincidíamos en la necesidad en tener éxito en dos aspectos clave para poder obtener la victoria: la firmeza defensiva y la velocidad en el ataque.
La vuelta de Miquel y la apuesta por Valentín, Juan Carlos y Joaquín en el once parecían dibujar ese mismo planteamiento de partido. Tres centrales más Timor para contener y la amenaza de Valentín y Joaquín al espacio, con Juan Carlos para poder filtrar algún pase, más Poveda para lo que pudiera caer por allí. Cuatro minutos y primera duda despejada. Córner mal defendido y gol del Ibiza. La de arena.
Seis minutos, error de la defensa del Ibiza (gracias juez de línea), espacios a la espalda y gol del Huesca. Segunda duda despejada, la de cal. De ahí en adelante, partido muy vistoso para el espectador neutral. Inquietante cuanto menos para el entrenador visitante (idea de partido captada, plasmada en el once y tirada por la borda tras errores de bulto, individuales, colectivos, y con los cambios realizados, elijan). Y de resignación para los seguidores oscenses.
Otro partido que se ve ganable y valga la redundancia, ve cómo se le escurre como arena entre los dedos por errores impropios de un equipo que aspira a estar entre los primeros. Hasta el final de temporada, quién sabe. Con el horizonte de luchar por el ‘play-off’ cada vez más lejano y prácticamente sin margen de error, me da la sensación de que vamos a ver muchos partidos de cara o cruz. Puerta grande o enfermería. Divertido para un espectador neutral, exasperante para cualquier aficionado azulgrana.
Pablo Pueyo Canalis