Qué lejos queda aquel mes de marzo del 2020 cuando cerramos nuestras puertas a la libertad y comenzamos un largo camino, complejo pero necesario, ante una pandemia que ha sacudido todo el planeta. El desconfinamiento nos devolvió la oportunidad de volver a la montaña, huir de toda civilización para intentar volvernos a sentir libres. Y así te sientes, hasta que las secuelas del Covid hacen efecto sobre tu rendimiento; a ti que pensabas que la subida al Ibón de Acherito sería un paseo y que los diez días de confinamiento no significaban nada.
Atravesando una de las carreteras más bonitas del Pirineo, a través de la Boca del Infierno, a través de la Selva de Oza, llegamos a Guarrinza, el punto de salida. Con casi 650 metros de desnivel, la subida es progresiva teniendo la parte más exigente al inicio, con el Barranco de Foyas y el Castillo de Acher a las espaldas. Tras madrugar, el calor de julio no azotaba, pero el cansancio que se cernió en los primeros metros ya daba el primer aviso. Costosa respiración y músculos que no tiran. No iba a ser un paseo.
A un ritmo cauteloso, el tramo de mayor desnivel queda atrás; la última media hora deja un llaneo cómodo para desembocar, finalmente, en el Ibón de Acherito (1.875 m), a las faldas del Pic Du Lac de la Chourique. Si el tiempo lo permite, un baño refrescante en sus aguas cristalinas coronará esta excursión. Al tratarse de una ruta circular, la bajada puede realizarse por el Barranco de Acherito, una cómoda bajada siguiendo la linde del arroyo.
Moraleja
La subida al Ibón de Acherito se superó, con cuidado y empeño, pero recordó que las secuelas del Covid no son ninguna tontería y que pueden afectar a cualquiera sin importar su edad o estado de forma. En un verano caluroso y con todo el auge del sentimiento montañero, hay que tener mucho cuidado -más incluso del que hay que tomar de normal-. Esta ruta es una buena forma de comenzar de manera progresiva una recuperación; pero siempre con cabeza y responsabilidad. Al fin y al cabo, la montaña no perdona.