El Valle de Estós es un lugar mágico. Origen de historias, hazañas y canciones. Uno de esos pocos lugares de España donde la mano del ser humano todavía no ha penetrado de manera tan incisiva e invasiva. Un lugar donde algunos como los Celtas Cortos recuerdan con morriña al repescar los momentos en la Cabaña del Turmo y otros que lo hacen para enorgullecerse de lo que el pueblo de la alta Ribagorza hizo para protegerlo, cuando el Gobierno de España puso el valle en venta, de personas ajenas que podrían haberlo explotado para su propio beneficio.
Gracias a acciones comprometidas como aquella, hoy en día se puede disfrutar de un paraje único con cientos de destinos para disfrutar. Hoy es el turno de, quizá, uno de los reyes paisajísticos, no de esa zona, si no de todo el Pirineo. El Ibón de Escarpinosa tiene algo especial pero tan solo el que llega ahí puede apreciarlo de verdad.
Para ello, se debe tomar la salida desde el Parking de Estós. Desde ahí sale una ruta progresiva con dirección al refugio comenzando con una pista llana a la linde del Río Estós. Posteriormente, a mano izquierda, empieza la subida hacia el Ibonet de Batisielles a través de un bosque de hayas que ayuda a que la subida sea más amena y agradable. En el propio Ibonet, a 1.891 metros de altitud, el paisaje cambia totalmente, la primera píldora de belleza para preparar lo que viene.
La elección
En ese punto, es el momento de elegir, con cabeza y realismo, qué ruta tomar. La directa, a mano izquierda, subiendo por el barranco de la Aigüeta de Batisielles; la alternativa, bastante más exigente, dirección hacia el Ibón Grande de Batisielles y, posteriormente, tomando el desvió para Escarpinosa con una bajada a través de un pedregal poco señalizado. La primera, un desnivel de aproximadamente 750 metros; la segunda, superando los 900 metros. Será tu elección.
Tomes una u otra, el esfuerzo habrá merecido la pena. El Ibón de Escarpinosa es especial, rompe con lo acostumbrado en los ibones del Pirineo, con escasa vegetación y arbolada a su alrededor. Este, en cambio, lo rodea un bosque de pinos negros que le aporta un matiz diferente bajo la sombra de la Agulla de Perramó. Sin duda, un lugar que, al igual que la Cabaña del Turmo, también merece una canción.