Tim Notke, uno de los entrenadores mejor valorados en los high school americanos, decía que “el esfuerzo gana al talento cuando el talento no se esfuerza lo suficiente“. El trabajo duro es una máxima en el mundo del deporte. Si bien es cierto que el talento, sumado al trabajo, siempre acaba preponderando por encima del simple esfuerzo, la perseverancia es una de las características mejor valoradas por los hinchas.
En un Real Zaragoza escaso de carácter, en el que se ven las mismas ideas desde hace varios años, con una base que se viene repitiendo en las últimas temporadas, las nuevas generaciones han llegado para quedarse. Hoy no podemos hablar de futuribles. Hoy, los canteranos del conjunto maño son una realidad innegociable, tanto para una dirección deportiva que tiene que recurrir a ellos por la escasez de solvencia económica como para una afición que necesita sentirse representada en el verde. Por eso, la hinchada zaragocista, aquellos que llevan tantos y tantos años sufriendo en el graderío del Municipal, necesita volver a ver a jugadores que encarnen el sentir de una masa cada vez más cansada de los sinsabores que le otorga aquello a lo que le tiene una fe ciega.
Y quién mejor para enfundar los valores del Real Zaragoza que Iván Azón. El punta maño tiene todo aquello que enamora a la grada de una vetusta Romareda que resiste frente a la adversidad: es zaragozano, zaragocista y su sueño era debutar en el estadio al que asiste desde su juventud. Así nos lo decía en una entrevista en SPORTARAGON en sus primeros meses en el DH Juvenil del Real Zaragoza: “Yo quiero llegar a jugar con el primer equipo. Llegar al fútbol profesional de la mano del Real Zaragoza sería lo más bonito que me pasaría nunca. Aún así, aunque no me puedo obsesionar con eso, (…) siempre voy a perseguir ese sueño”.
El esfuerzo es innegociable
Pero además de ser de la casa, de sentir el Real Zaragoza dentro de sí, el ariete nacido en la capital aragonesa se deja el resto por el equipo. En los últimos partidos se ha centrado la crítica en los delanteros. La falta de gol es un hecho relevante y notorio en una plantilla que, pese a que consigue llegar hasta el área rival, le es muy difícil materializar un tanto tras una jugada. Y si bien es cierto que la mayor parte de las culpas se le asignaron a Iván tras los dos primeros encuentros, sobre todo tras sus fallos en Valladolid, no es menos cierto que cuando el jugador maño ha estado con la selección se le ha echado en falta. Su capacidad de generar espacios con un solo movimiento, de arrastrar a los centrales con su cuerpo, de retener y desahogar las jugadas, hacen de Iván Azón un jugador sumamente valioso para la Segunda División. Pese a que no sea el más ortodoxo ni su juego sea el más visible.
Miren, aquí ninguno somos los entrenadores del Real Zaragoza. Ni ustedes ni nosotros podemos decidir lo que va a suceder en el próximo partido ni a lo largo de la temporada. Lo que sí que está claro es que Iván Azón debe seguir contagiando al equipo con su infinita garra y con su incansable tesón. Iván no merece ninguna crítica. Un jugador que cobra diez veces menos que una buena parte de las últimas incorporaciones y que demuestra y transmite infinitamente más en el terreno de juego que ellos va a estar siempre en mi equipo. La escuadra blanquilla necesita corazón y sentimiento y a Iván le sobra. Puede gustar más o menos, pero si un jugador tiene como máxima que el esfuerzo no se negocia, denme 11 como él.