Iván Azón era el único atacante en el minuto 95. Solo unos segundos antes, el VAR había validado el gol de Uros Djurdjevic. Era la segunda intervención del cuerpo arbitral en el mismo descuento. El Sporting de Gijón, en plena euforia tras el empate, colgó poco después el balón al área de Cristian Álvarez. Sumó el centro número 32 en el partido y el vigésimo tercero que no encontró remate. Lo despejó Chavarría y Valentín Vada bombeó el balón al cielo. Allí acudió Azón, a la carrera, como si él solo pudiera ser una estampida.
El delantero robó, regateó y marcó con suspense. Celebró feliz, con su aspecto de niño grande. Se fundió en un abrazo coral, improvisado, con todos los que salieron a su paso. Y cantó el gol con una mezcla de euforia y liberación. Como si la suerte hubiese reparado una deuda pendiente. Como si los fallos que le dejaron al borde del llanto en Valladolid o Ibiza fueran ya errores de otro futbolista.
Iván Azón progresa en una posición cruel para cualquier jugador. En los partidos, se ofrece como referencia, lucha por balones perdidos, le da aire al equipo y protege el juego en busca de la falta. Pero hasta Butarque había fallado en la ejecución, en el cierre de todas sus acciones. En ocasiones por precipitación, otras por errores en el golpeo; unas veces por no pensar y otras por pensar demasiado. Su primer tanto fue circunstancial para todos menos para él mismo. Ante el Leganés sonrió con timidez y se liberó de un trauma que ya duraba 7 meses.
El gol ante el Sporting es uno de los más importantes que ha marcado. Y también sirve para definirle: Iván Azón ofreció una lucha sin cuartel, se desató en una carrera potente y aparatosa y mostró fe para ganar un balón perdido. Es probable que JIM, que ahora aplaude todas sus disputas, le siga situando en el banquillo. Piensa que todavía debe mejorar sus recursos técnicos, ahora que ya ha recuperado su confianza. Pero el partido ante el Sporting sirve para extraer una conclusión: en solo media hora recuperó todo el tiempo que otras opciones del ataque habían perdido.
El técnico juega con algunas ventajas: sabe que Iván Azón no protestará jamás y que, con aciertos o sin ellos, seguirá ofreciendo su fútbol solidario y silencioso. El tanto en el Molinón le hizo olvidar los que había fallado antes y le descubrió una pista para los siguientes.
En el minuto 95, marcó muchos goles en uno solo.