ZARAGOZA | En El Sardinero, el Real Zaragoza perdió la más importante de las batallas. En un duelo a vida o muerte, el conjunto aragonés acudió a filas con un pequeño escudo y con un ejército cuya armadura supone una losa. Sometidos por un enérgico Racing de Santander, los soldados de Gabi quedaron rápidamente en inferioridad por la incierta expulsión de Iván Calero, un futbolista que actualmente es una sombra de lo que un día pareció ser.
Los últimos meses de Iván Calero en Zaragoza no se entienden sin el bajón en el rendimiento del equipo. Jugador de contextos, Calero brilla cuando los demás también lo hacen, pero también se apaga en sintonía con los demás. Dicho en otras palabras: el mejor cuando todo va bien, el eslabón más débil cuando todo va mal. En las últimas jornadas, las buenas acciones del ’19’ se pueden contar con los dedos de una mano. Encerrado en sí mismo, parece que libera otra batalla dentro del terreno de juego. En el feudo cántabro, cinco minutos propios de un jugador alevín lastraron a un Real Zaragoza que comenzaba a presentar las primeras heridas, propiciándole una estocada casi final.
La temporada de Calero se explica a través de una moneda. En los inicios, se erigió como un futbolista capital, constante en su fútbol. El lateral exhibió sus mejores cualidades en un momento en el que al Real Zaragoza parecía que siempre le salía cara. Sin embargo, cuando la moneda se decanta por la cruz, Iván Calero demuestra sus costuras, cada semana más cerca de romperse.
Dualidad en el carril
A pesar de que Calero comenzó siendo el futbolista indiscutible en el flanco derecho, el devenir de la temporada ha cambiado el paradigma de dicho carril. La irrupción de Marcos Luna, la irregularidad y el mal rendimiento terminaron por relegar al madrileño en un tramo de la temporada. No obstante, en los últimos tiempos comparte posición con el ‘2’, estando Calero un escalón por encima en el orden de preferencias de Gabi Fernández.