ZARAGOZA | Seamos sinceros, tiene que ser duro que te digan que no vales para un proyecto. Es como cuando te deja una pareja, has dado todo lo que tienes, pero no es suficiente y llega alguien más joven, más adecuado para tu nueva idea de vida y con mejor salida de balón a ocupar tu lugar.
Esta semana Jair Amador celebró su cumpleaños y probablemente sopló su última vela como blanquiazul. En las páginas de Facebook zaragocistas (que tienden a ser crueles en sus comentarios) todos los que leí eran de alabanzas, felicitaciones por el ciclo cumplido y agradecimiento. En el ilusionante debut del pasado viernes en El Nuevo Mirandilla apenas hubo miradas para el central luso-caboverdiano. La rumorología dice que le pidió a Víctor Fernández no jugar por no sentirse anímicamente preparado: también se cuenta que al terminar el partido tuvo una discusión acalorada con el director deportivo Juan Carlos Cordero. Circunstancias de la vida (que es rica en sus contradicciones) la presencia del central se hizo indispensable en el segundo tiempo y allí salió, profesional, a vestir esta honorable camiseta en el que probablemente sea su último baile con ella. Yo, que me suelo fijar mucho en las actitudes de los futbolistas, encontré tierno y evocador el abrazo a sus compañeros después del 0-4 cuando, tras el torpe taconazo descoordinado de nuestro protagonista, Marcos Luna anotó el último gol para culminar un inicio ilusionante.
Pienso en ese vestuario ilusionado y en esa inevitable canción de despedida que sonaba en la banda sonora personal de Jair Amador y siento que no siempre las victorias son completas y que existe alguien que ya se está yendo cuando todos estamos llegando.
“Las bienvenidas han de ser largas y las despedidas cortas“, afirma en su última novela Jacobo Bergareche. No se ha cumplido en el caso de Jair, que lleva más de dos meses en la rampa de salida. Si somos justos, podremos afirmar que en las tres temporadas que ha vestido la camiseta zaragocista ha sido uno de los jugadores más regulares del equipo. Si recuerdo el ilusionante inicio del curso pasado, una de las imágenes que más me vienen a la mente fue ese muro de 1,91 que la pantera Jair trazó cerca de la portería de Cristian Álvarez. Allí no había bicho humano ni balón que pasase. Después, como un sueño de una noche de verano, la temporada zaragocista se desvaneció y con ella el rendimiento del central.
Pese a todo, ahí queda ese honroso y torpe taconazo para decir adiós.
Si el inevitable desenlace se confirma, solo queda el “buena suerte y muchas gracias” para un jugador que se ha ganado el cariño de la grada.
Creo que Víctor Fernández confió en Jair en el tramo final de la temporada pasada. Sin embargo, la temporada del caboverdiano (como la del equipo) fue la peor de su carrera deportiva en Zaragoza. Victor Fernández quiere alguien que saque el balón desde atrás sin que ello suponga un atentado contra nuestra portería y el año pasado Jair cometió alguno de esos errores “groseros” (como decía Raúl Agné) que nos penalizaron más de la cuenta.