ZARAGOZA| Jair Amador vive su quinta temporada como futbolista del Real Zaragoza, quizá la más extraña de todas ellas. El año del defensor se describe a partir de la irregularidad y su fútbol guarda un componente casi insólito: ha demostrado ser decisivo en los momentos de la verdad, pero también anticompetitivo en otros muchos tramos.
En verano, el futuro de Jair Amador parecía estar lejos de Zaragoza. Su nombre fue escrito en las agendas de varios clubes, pero ninguno de ellos logró satisfacer los deseos tanto del club como del luso. Casi excluido de la nómina de centrales, Jair reapareció en noviembre del pasado año y se logró consolidar en el once a principios del mes siguiente. Algo más curtido que el resto de sus compañeros, Jair atesora los secretos de su fútbol en pocos registros, reduciendo su juego a unos mínimos defensivos que ni siquiera demuestra con continuidad.
La campaña del zaguero se explica a través de la épica, pero también a través de los tropiezos. En una defensa capaz de quebrarse en pocos minutos, Jair se erige como un central diferente. Poderoso en metros cortos, sus peores defectos se observan a campo abierto. Lento en carrera pero firme en las disputas, Jair dibuja un análisis diferente en cada partido. En las últimas semanas, el rendimiento del zaguero ha estado marcado por los picos y evidencia una máxima poco común en el mundo del fútbol: lejos de La Romareda, Jair se vuelve vulnerable, casi antiprofesional.
Mejores registros ante los suyos
En las últimas semanas, Jair muestra una versión antagónica en La Romareda. Ante el CD Mirandés, realizó una notable actuación defensiva y su cabeza hizo que el Municipal estallase de ilusión. Repitió su virtud goleadora tan solo una semana después, ayudando al Real Zaragoza a lograr un punto que mantiene a los de Gabi todavía fuera del descenso.