Javi Chocarro Lagunas fue preparador físico del primer equipo del Real Zaragoza durante las temporadas 2017/2018, 2018/2019 y 2019/2020. Zaragozano de nacimiento y zaragocista por convicción. Chocarro pudo hacer aquello que soñaba cuando jugaba en las inferiores del club maño: poder disfrutar de la misma pasión en casa cuando fuera mayor.
Lo primero es lo primero. Acabáis de ganar una autentica final frente a Río Ave. ¿Cómo ves al equipo?
Después de ganar siempre se ven bien las cosas. La victoria es un balón de oxígeno porque nos permite seguir vivos y porque ganas cuando tenías que ganar. Los tres puntos nos llevan al playoff de descenso, pero está todo abierto y va a ser difícil hasta el final.
¿Cómo te ves en tu primera experiencia en el extranjero?
Yo siempre he estado en mi ciudad y en mi club. Ahora estoy disfrutando y aprovechando la oportunidad, con muchas ganas de conocer la liga y el contexto en el que estamos.
¿Qué funciones te ha asignado Julio Velázquez?
La figura que ocupo es la de adjunto. Dentro del staff soy la única persona que él trae, así que soy algo similar a un segundo entrenador. En el cuerpo técnico hay otro adjunto, que hace más las cuestiones de tareas, balón parado y entrenamiento, un preparador físico con el que interactúo mucho porque hasta el momento había sido mi parcela y lo termina por completar un entrenador de porteros y un analista de la casa.
¿Es muy diferente el fútbol en el otro lado de la Península Ibérica?
La impresión que yo tengo en el tiempo que he estado aquí es que hay una diferencia con respecto a los demás países europeos, que es el volumen de brasileños que hay al no ocupar plaza de extracomunitarios. Nosotros tenemos más brasileños que portugueses. Ese gen de los brasileños que se basa en el talento y la libertad hace que haya cuestiones a nivel táctico que sean diferentes a España. Los partidos se rompen antes, hay más idas y vueltas… esto condiciona la preparación física. En Europa se trabaja desde pequeños de manera más rigurosa en unos conceptos tácticos y en la mayoría de los equipos aquí no se ven.
Los recuerdos de Javi Chocarro en el Real Zaragoza
Aun así, entiendo que echarás de menos Zaragoza y el Real Zaragoza.
Eso siempre. Del Zaragoza solamente me he perdido un partido en directo desde la pretemporada y ha sido porque me coincidía con un partido aquí. Y ese que me falló lo vi esa misma noche. Antes de trabajar en el Zaragoza era el club de mi ciudad.
“He sido socio desde niño, jugué ahí y después de mi paso he dejado muchos amigos, lo que hace que tenga un vínculo especial. Lo sigo desde la distancia con mucho orgullo”.
Has pasado por las categorías inferiores del club antes y después de la consagración de Arjol, Lozano, Suñén y Espinosa. ¿En qué ha mejorado la cantera del Real Zaragoza en los últimos ocho años?
Es la suma de varias cosas. La elección de las personas ha sido muy acertada. Pedro Suñén es una persona fundamental en la base del Zaragoza. Es el perfil de persona que es necesario. Lozano y Espinosa desde la coordinación han hecho mucho bien por la evolución de la cantera y les tengo una admiración personal. Más tarde llega Arjol como metodólogo, lo que hace subir de calidad. Además de esto, darle continuidad al proyecto es clave. Antes anualmente se producía un cambio en la dirección de cantera, lo que hace que gente válida no pudiese formalizar su proyecto. La gente que está ahora ha creído en el potencial del fútbol en Zaragoza y como consecuencia hemos visto debutar a muchos canteranos con el primer equipo. He visto debutar a muchos jugadores que llevé en cadetes y juveniles.
En 2017 llegas a la primera plantilla del Real Zaragoza de la mano de Lalo Arantegui y Natxo González. Hoy en día ninguno de ellos está en el club. Tú tampoco. ¿Hay demasiada inestabilidad dentro?
En general pasa en todos los clubs. Siempre se buscan los resultados en un corto plazo y cuando no sale, las figuras más delicadas son el entrenador y la dirección deportiva. Inestabilidad hay, pero en el fútbol en general. Los resultados dictan cualquier trayectoria. A veces esos cambios han sido acertados y otras no, pero a toro pasado todos podemos opinar. La dificultad está ahí para los que dirigen. A veces aciertan y a veces no. Esto no lo podemos achacar al Real Zaragoza porque hay pocos equipos que mantengan a sus entrenadores varias temporadas.
¿Qué diferencias hubo en la primera y segunda fase de la competición en el año de Natxo?
Esa temporada es de un contraste enorme. En diciembre estamos rozando los puestos de descenso. En ocasiones, la derrota, según se dé, refuerza. También hay victorias que debilitan. La primera vuelta de Natxo, si la analizamos partido a partido, la podríamos haber acabado con seis o siete puntos más. Pero el deporte tiene esas cosas. Ese año había una propuesta concreta de juego. Se jugaba con rombo y eso tiene unas peculiaridades que tardan en asentarse en el equipo. Las sensaciones no eran malas y eso hace que el equipo mantenga la confianza. Yo tenía más proximidad con los jugadores y eso te permite coger el pulso al vestuario, y las sensaciones nunca fueron de desconfianza. Eso es la clave para que cuando los resultados acompañan, todo vaya rodando. Quizás si ese año nos dan cuatro jornadas más, ascendemos directos. La confianza se mantuvo desde todas las posiciones del club.
Momentos duros en el vestuario
En ese vestuario había zaragocistas de nacimiento y por convicción y eso reenganchó a la gente. Esa temporada la afición se volcó con los recibimientos. Sin embargo, no se fragua el ascenso. ¿Cómo vivió el vestuario aquel partido frente al CD Numancia?
Fue muy duro. A la primera eliminatoria se llega con mucha confianza, pero también con algún problema físico. Se vive con mucha dureza porque has hecho todo por sacarlo. Si el VAR se integra ese año y no el siguiente te vuelves con el 0-2 de Soria. Luego en La Romareda ellos no son mejores. Nosotros tuvimos ocasiones clarísimas, pero el fútbol tiene estas cosas. No las metes y al final te marcan. Fue muy duro porque el equipo creía en el proyecto y esa trayectoria de la segunda vuelta te decía que era el año. Se creó un vínculo con la afición increíble. Recuerdo los recibimientos al autobús. Solo de acordarme ahora me genera esa emoción. Se me pone la piel de gallina. La gente estaba muy volcada porque el equipo transmitía zaragocismo, con gente de la casa y con gente de fura que hizo grande el escudo. Todos nos quedamos con la ovación que nos dimos entre los aficionados entre lágrimas tras caer. Ese recuerdo se te queda para siempre y demuestra la grandeza de lo que es el Real Zaragoza.
Cómo explicarles lo que es el fútbol, si jamás sintieron lo que es esto…
— Mario Jiménez (@MarioJimenezB_) April 19, 2021
Al año siguiente no salieron las cosas. Sin embargo, llegó Víctor Fernández para salvarlo todo. ¿Cómo es compartir vestuario con el entrenador más importante del club del que eres aficionado?
Es una experiencia más de las tantas que he vivido. Yo me he sentido muy afortunado desde que he entrado al Real Zaragoza por las personas con las que he compartido vestuario. De todos he aprendido. Me gusta escuchar y tener en cuenta lo que veo. He tenido la fortuna de trabajar con Ramón Lozano, Diego Martínez, Chucho Solana, Falcón, Ricardo Gil, Javi Suárez, Javi Garcés, Generelo, Natxo González, Alcaraz, Idiákez… es una suma de experiencias brutal. En el caso de Víctor es historia del club y por lo tanto es un año en el que hay una conexión importante con el entorno. En esa situación uno está intentando aprender y seguir creciendo.
El año pasado todo iba de cara hasta el coronavirus. ¿Qué le pasó al equipo una vez se reanudó la temporada?
Es una pregunta que todos nos hemos hecho. Yo normalmente pienso que las situaciones no se dan por una única causa. Primeramente, el hecho de romper la dinámica nos hacía romper mucho más de lo que nos hacía ganar. La vuelta era incierta y pasamos a una situación absolutamente nueva. Era todo diferente. Se unió a la ausencia de público, a las bajas por coronavirus, la de Suárez, alguna decisión puntual a nivel arbitral en momentos determinantes… La suma de pequeñas cosas fue debilitando al equipo. La cabeza del jugador no acabó funcionando con el mismo optimismo que antes del parón. Entonces, aunque salieran las cosas mal ibas a marcar y a ganar el partido. Luego sucedió a la inversa.
El adiós al Real Zaragoza
Has trabajado con muchos jugadores, pero seguro que Alberto Zapater ha sido uno de los más especiales. ¿Qué le diferencia de los mortales?
Le diferencian principalmente dos cosas. He pasado mucho tiempo trabajando con él, y tengo que destacar su profesionalidad. Eso llevado al máximo extremo en lo mental en lo físico, en la alimentación, en los descansos, en la gestión de sus redes sociales… Él en su cabeza no quiere distracciones. Lo lleva a un extremo en el buen sentido. Es muy riguroso y autoexigente. Lo segundo es su zaragocismo para siempre poder dar un plus. No se deja nunca nada en el campo. Luego acertará o no, como todos, pero la intención y la pasión es tan grande que le permite ir un paso más adelante.
¿Por qué no seguiste en el club este verano?
Fue una decisión suya. Se tomo al finalizar la temporada. Yo la asumí entendiendo que lo señalaban como una decisión económica, que tener un preparador físico de la casa era muy costoso. Esa fue la situación. Yo confío en volver al Real Zaragoza. Es algo que va dentro de mí. Siempre voy a confiar en ello, pero hay que entender que hay dos partes y tiene que ser el deseo de ambos. También creo que ahora mismo mi cabeza está en el Marítimo y es de lo que hoy disfruto. Pero sí, Zaragoza va a estar siempre en mi corazón porque lo sigo desde los seis años.