JIM vive su momento más delicado en el banquillo del Real Zaragoza. Su condición de salvador parece haber caducado un año después de serlo. Esclavo de los resultados, ha perdido mano izquierda en sus mensajes y lectura en los partidos. Durante los encuentros se le ve triste, inmóvil, un paso por detrás del resto. Pero hay un intangible que le ha hecho más vulnerable que ningún otro: ha dejado de ser intocable para la afición.
Juan Ignacio Martínez repite sus consignas muy a menudo. Basta revisar sus ruedas de prensa para darse cuenta de que nunca fue especialmente original. Apela al ADN, a “chavales que lo dan todo”, al acierto como llave maestra del juego, a la importancia de sumar cuando no se puede vencer y a la fiabilidad defensiva. Por eso, tras el partido ante el Málaga una de sus declaraciones sorprendió y dolió más que ninguna otra. Para hablar de la atmósfera de La Romareda, utilizó un sintagma nominal que lo cambió todo: “ambiente hostil”.
Una frase de JIM, clave en su condena
Esa referencia a las protestas fue torpe, poco calculada para un tipo que siempre destacó precisamente por su mesura. Todo el mundo sospecha que era una defensa cerrada hacia Torrecilla, que había sido objeto de algunos cánticos minoritarios. Los más sonados llegaron en el minuto 32, cuando Eugeni bordeó el gol desde una falta. Pero hasta el recién llegado ha entendido ya que esa pañolada no va dirigida hacia el equipo ni el banquillo, sino a una directiva que es cómplice de las desgracias. Y ahora, Miguel Torrecilla busca corresponder el alegato de JIM proyectando su continuidad. No son un matrimonio, pero el director deportivo considera que es demasiado pronto para hablar de divorcios.
Esa frase y la dinámica de resultados (8 partidos sin triunfo, 4 de 24 puntos posibles, 12 goles en contra y 3 a favor en ese parcial) sitúan a JIM al borde de la destitución. En Leganés, los aficionados desplazados a Butarque pidieron su dimisión por primera vez. El técnico respondió en rueda de prensa con otra declaración inusual: “Si me veis débil, decídmelo a la cara. Soy el capitán del barco y los jugadores deben fijarse en mi energía”.
Contra las cuerdas
Siempre pareció mejor persona que entrenador, pero ahora esa carta de presentación ha dejado de servirle. Especialmente cuando el Zaragoza vive su crisis más grave del curso y le afectan, entre otras cosas, mil problemas de fútbol. Ya nadie cree en la ambición artificial que proyectan al unísono él y Torrecilla. Y se sospecha que el duelo ante Las Palmas puede ser la última oportunidad para JIM y quizá para ambos.
La afición siente la defensa de la dirección deportiva como una afrenta y el próximo sábado la protesta se dirigirá a todos los estamentos del club, incluido el técnico. Con una rigurosa excepción: a un equipo necesitado, que ha disfrutado durante todo el curso de un apoyo casi militante, absolutamente incondicional.
La clasificación no entiende ya de carisma o simpatía. A nadie le importa ahora lo bien que saluda JIM. Después de un simple sintagma, el técnico ha dejado de ser el favorito de la grada.