JIM y Xabi Alonso representan dos formas muy distintas de alcanzar los banquillos. Juan Ignacio Martínez encarna el trabajo sostenido, el fútbol sin lujos ni glamour. Xabi Alonso sigue un camino ideal, trazado por los dioses del fútbol. La ambición de Alonso es reconstruir como técnico la exitosa carrera que tuvo como jugador. La voluntad de JIM pasa por ser más importante en Zaragoza de lo que fue en ningún otro sitio.
El destino de Xabi Alonso
Xabi Alonso cerró en 2017 una carrera de ensueño. Debutó en el equipo de su vida, se convirtió en un emblema del Liverpool de Benítez, se consagró con el Madrid de Mourinho y Ancelotti y exprimió sus últimos años de fútbol en el Bayern de Guardiola. Por el camino cosechó todos los títulos que España nunca había ganado, bajo el liderazgo de Luis Aragonés y la dirección de Vicente Del Bosque.
De todos aprendió algo especial: el compromiso táctico de Benítez, la inteligencia defensiva de Mourinho, la gestión de grupo de Ancelotti, la fe de Luis Aragonés, el liderazgo silencioso de Del Bosque o la fidelidad a una propuesta de Guardiola. Y con todos ellos fue una extensión del entrenador en el campo, el apéndice que cualquier técnico necesita sobre el césped. Pero quizá ha sido Guardiola el que más ha marcado a Alonso en sus primeros pasos en el banquillo. Basta observar la riqueza táctica de sus equipos, sus matices en la propuesta e incluso su lenguaje no verbal. En la banda, practica una coreografía gestual que recuerda al técnico de Santpedor, al que ha visitado en más de una ocasión como parte de su aprendizaje. Guardiola dejó una advertencia sobre las posibilidades de Alonso en los banquillos: “Cuando él quiera, será entrenador. Y de los buenos”.
Pocos años más tarde, Alonso ha encontrado en su casa el lugar perfecto para su formación. En Zubieta, en el punto de desarrollo de una cultura de cantera extraordinariamente particular.
JIM, héroe en Zaragoza.
Juan Ignacio Martínez fue el artífice de un pequeño milagro la temporada pasada. Mejoró la autoestima del grupo, recuperó el tiempo perdido en la campaña y logró la salvación del Zaragoza. Le otorgó seguridad defensiva a un equipo que tembló siempre en las áreas. Su mayor virtud no fue ser un gran estudioso del juego. Fue, más bien, la de ser un técnico muy humano, con dotes paternalistas, capaz de combatir los miedos de sus jugadores y de cambiar las inercias de los partidos.
Las cualidades de JIM no se entienden sin una voluntad autodidacta, sin el empleo de muchos años en el fútbol de barro. Su discurso, sencillo y sin alardes, no confunde al futbolista. Le da vuelo y le hace creer en sus posibilidades. En un equipo que vive en la indecisión más absoluta, sin demasiados símbolos en el presente, JIM representó pronto una pequeña certeza. En esta temporada, ha podido crear con Torrecilla un equipo a su medida y ante La Real de Xabi Alonso espera restablecer una de las claves del año pasado y de siempre: el factor Romareda.
Con capacidad para admitir sus errores durante el partido, JIM a menudo acierta hasta cuando parece equivocarse. Una señal inequívoca de que sus años en el fútbol le han dado una lectura global del juego.
Es, en el mejor sentido de la palabra, un buen entrenador.
Duelo de opuestos
JIM y Xabi Alonso se enfrentan esta tarde en una batalla táctica llena de contrastes. Hasta la estética les diferencia. Xabi Alonso es un tipo elegante, al que le sienta bien el traje de las citas importantes. Juan Ignacio Martínez es más bien un campesino de este juego, un técnico sin solapa, que encarna el valor esencial de los modestos.
Alonso refleja la vertiente más moderna del deporte, el valor innovador de este juego. JIM es un hombre de fútbol, un técnico de la vieja escuela, con capacidad de respuesta también en el presente.
JIM y Xabi Alonso se miden en un choque generacional y en un duelo de estilos. La Romareda acoge la cita, en su primer sábado de fútbol.