El Real Zaragoza ha cambiado la trayectoria de la temporada y su afición considera a JIM una certeza. El técnico no ofrece grandes lecciones tácticas, sino una lectura del juego que se entiende a través del olfato y la experiencia. JIM cree en las supersticiones, en la mitología que acompaña al juego a través de los cromos y las estampas. Es un técnico casi autodidacta, con maestros anónimos, que proceden del fútbol de otro tiempo. Prudente, sin grandes frases en su discurso, en su gestión del grupo hay humanidad y mucho paternalismo. Es un instructor en la élite, un formador en un lugar en el que ya no hay tiempo para las formaciones.
Entre sus grandes victorias de este inicio del curso, hay una excepcional. Si el año pasado reconstruyó el ánimo del grupo, en este ha recuperado a jugadores que otros consideraron una causa perdida. A nadie le sienta mejor esa idea que a Nano Mesa, feliz en La Romareda: “Llevo muchos años dando vueltas de un lado para otro y creo que por fin he encontrado el sitio en el que puedo estar a gusto”. La frase del canario no se entiende sin el cariño que le ofrece JIM. También Álvaro Giménez, Sergio Bermejo o incluso James Igbekeme y Radosav Petrovic han mejorado su autoestima en las últimas jornadas.
JIM: “Ante la adversidad nunca hemos puesto excusas”.
Su Zaragoza ha progresado ante las ausencias. Las lesiones de Vada y Narváez descubrieron goleadores alternativos. La última convocatoria de Alejandro Francés y Francho Serrano alteraba el once después de una victoria. La selección de esos jugadores, a los que se ha unido Azón en alguna convocatoria, es un premio para una cantera de campeones. Quizá el ejemplo más visible del trabajo silencioso de Ramón Lozano y todos los técnicos de la Ciudad Deportiva. Pero en una liga que no para nunca, la falta de piezas claves trastoca los planes de cualquiera. El técnico aceptó en Las Palmas el desafío y rescató la profundidad de Fran Gámez y la versión más solida de Lluís López. JIM consigue así, sin hacer demasiado ruido, victorias de entrenador. Y destapa, además, una conclusión. El Zaragoza ha aprendido a jugar contra los percances y encuentra soluciones frente a los problemas más estructurales.
Muchos han considerado al alicantino como un técnico sin grandes registros desde la parcela táctica. En sus ruedas de prensa, se suele evocar más el plano anímico que los registros del juego. Ante los medios, evita hablar de intervalos, de secuencias de alta intensidad o de los valores motrices de la competición. Su mejor virtud se basa en la intuición: en tomar decisiones que no están sintetizadas en un tweet, sino escritas sobre el césped. Es allí donde el ensayo y el error y sus años en el fútbol le han acercado a los secretos de este juego.
JIM sonríe. Su Zaragoza juega contra los elementos y también así acierta. Se despide feliz en las ruedas de prensa, con un simbólico “hasta luego, familia”. En su forma de entrenar no hay trucos ni retórica, solo una lectura sensata de su profesión. JIM entiende este juego moderno como el viejo fútbol de siempre.