Extinguida la llama olímpica, muchos balances se fijarán en los resultados obtenidos, el ranking en el medallero, los objetivos. Los pocos héroes han sido recibidos entre vítores, han lanzado chupinazos, han hecho saques de honor o han sido invitados en vueltas ciclistas y programas televisivos en “prime time“. Todo esto pasará, en muchos casos (sobre todo en deportes minoritarios) se olvidarán, pero el cómo se forjaron esos logros quedará de alguna manera en el subconsciente colectivo.
Más que nunca, las retransmisiones en televisión y la prensa en general, han puesto el foco en cada pequeño detalle de las actuaciones de los deportistas, técnicos, jueces y público. Casi cada gesto, mirada, palabra o grito pudieron estar en el punto de mira de todos. En la mayoría de los casos podemos hablar de conductas encaminadas a potenciar la propia actuación, buscando superar los propios límites, pero en otros, buscando deliberadamente una influencia negativa en el rival o el juez designado. Es decir, una utilización de la psicología deportiva no para que sume a la actuación del interesado sino para que reste a la del contrincante.
Los Juegos Olímpicos, como el enorme escaparate universal en el que todo el planeta mira durante esas semanas, marcan en gran medida cómo el público, y lo que aún es más importante, los deportistas que se inician en sus disciplinas, interpretan lo que significan valores como la superación, el sacrificio, el éxito, el fracaso o la deportividad. Muchos han sido los héroes en los que fijarnos, pero desgraciadamente, también algunos villanos, y estos también ejercen su atractivo (como “Escuadrón Suicida” para los cinéfilos).
Los atletas y sus técnicos
Colgarse una medalla coloca a su poseedor en la galería de los héroes, pero existen otras actuaciones olímpicas merecedoras de igual reconocimiento. ¿Dónde situaríamos a un atleta norteamericano capaz de meterse en la final de los 100m. en cinco olimpiadas ? Bueno, nosotros tenemos a Teresa Portela: cinco Juegos, cinco finales. 20 años al máximo nivel mundial. Es piragüista, mujer y española ¿quien la conoce? Sus declaraciones al acabar su participación en Río deberían ser referente para todo deportista que se precie:
“Hace cuatro años (en Londres) no terminé satisfecha con mi regata, pero hoy me he vaciado. Di lo mejor de mí y me quedo con la satisfacción de haber dado todo. A veces sólo valoramos las medallas, pero yo valoro mucho más que son mis quintos Juegos. A todo esto le doy más importancia, a los campeonatos del mundo, al de Europa y a todo lo que he hecho en mi carrera. Además, en este ciclo olímpico he entrenado como nunca“.
Otros, instalados ya en lo más alto, engrandecen sus gestas deportivas aún más gracias a sus conductas hacia el rival, llenas de empatía. En la final de salto de altura pudimos ver a Ruth Beitia dirigirse al público pidiendo el apoyo con sus palmas a los saltos de sus rivales.
Importantísima es la parte psicológica de su entrenamiento, ha declarado Carolina Marín, medalla de oro en bádminton. Parte de este se dirige al estudio previo de sus rivales y detectar aquellos puntos flojos que atacar durante el partido, incluidas las debilidades mentales. La táctica incluye minar la moral, motivación y autoconfianza de su rival.
Algunos psicólogos del deporte ya han alzado su voz en contra de este tipo de estrategia. Un grito de rabia, un puño cerrado tras ganar un punto es entendible, fruto de la espontaneidad, de la liberación de tensión, pero cuando va dirigido directamente al rival, sí, podrá ser efectivo, pero además de poco deportivo estaremos entrando en un terreno peligroso. ¿Dónde pondremos los límites de estas actuaciones?¿Y si nos burlamos de los fallos del contrario?¿Que ejemplo vamos a dar los deportistas jóvenes?¿También sirve para un partido de infantiles?
El público
Las gradas del estadio olímpico abuchearon al pertiguista Renaud Lavillenie cada vez que este se disponía a saltar, amenazando la victoria del saltador local; también al subir al podio. Algo parecido le ocurrió a Rafa Nadal en su partido contra el brasileño Thomaz Bellucci.
Una vez más queda de manifiesto que el trabajo de quienes pueden cambiar esto, el Comité Olímpico, no se ha hecho. Se buscan excusas ingenuas como “el público brasileño es así”, “como es lo normal en el fútbol”… Casi nadie ha declarado ” Trabajemos para que los valores de otros deportes y otras culturas deportivas influyan en el fútbol y las conductas antideportivas”
Los medios de comunicación
El esfuerzo tremendo de los medios de comunicación en los Juegos da como resultado una cobertura de calidad en la mayoría de los casos. En otros, aún es manifiestamente mejorable.
En “el lado oscuro” quisieron colocar algunos a Michael Phelps, cuando este le dirigió una muy intimidante mirada a su rival Chad Le Clos en la cámara de llamadas, justo antes de la final del 200 mariposa. Los medios no tardaron un segundo en en llevarla a los titulares: “La mirada asesina”, “Si las miradas matasen”. A buen seguro, Phelps no estaba dispuesto a que se le relacionase con ese tipo de conductas y no dudó en aclarar que el aquel momento estaba absorto en la música rap que escucha para concentrarse y no se había fijado en la presencia de Le Clos en absoluto.
En este caso fueron los medios y todos quienes extendieron “memes” y burlas al respecto quienes, sin duda aprovechando el lamentable pasado del nadador, envuelto en adicción a las drogas y problemas con la ley, hicieron un flaco favor al deporte.
Un diario de tirada nacional teñía su crónica sobre una finalista olímpica con frases como estas: Nueva decepción en los Juegos. Diploma olímpico amargo que no le quita el mal sabor de Londres y que convierte a Río en otra de sus pesadillas.
La finalista en cuestión era la palista Teresa Portela. ¡Que tan diferente valoración entre el periodista y la atleta! Deberíamos mostrar más aprecio por esos héroes en la lucha cotidiana y desdeñar los villanos que por propio interés intoxican el deporte.