ZARAGOZA | El Real Zaragoza celebró un triunfo rotundo, incontestable ante el Cádiz. Soberón fue estrella en su estreno, autor de dos goles y de un debut para la historia. Unos metros por detrás, Keidi Bare tomó las llaves de todas las cosas. Ganó duelos, dirigió el fútbol, planeó el partido. Se desplegó como las olas del mar e hizo suya la arena. Es un futbolista de equipo y, por encima de todas las cosas, un mediocampista total.
Los datos de Keidi Baré descubren su impacto: salió ganador del 70 % de las disputas, llenó el partido de kilómetros, acertó en los desplazamientos y dio una asistencia que sirvió para abrochar el partido. A Baré también le definen los intangibles: su energía contagiosa, su liderazgo ejemplar. Tiene facilidad para leer el juego, sacar faltas que son un respiro y medir los tiempos del partido.
Generoso en el esfuerzo, su fútbol es una variable esencial en el nuevo Zaragoza. Además, sus virtudes descubren las de otros. No parece casualidad, por ejemplo, que el Aguado más vertical llegara a su lado, con un futbolista que no mira a su espalda y que piensa siempre hacia adelante. Se espera que en los próximos partidos pueda mezclar también con Toni Moya, en la que parece la pareja ideal para Víctor Fernández. La historia ofrece un guiño en esa idea: los dos jugadores, Baré y Moya, coincidieron en la cantera del Atlético del Madrid y aspiran a dominar la categoría unos años más tarde.
Cercano, bromista y risueño, la adaptación de Bare al vestuario del Real Zaragoza ha sido rápida y eficaz. Capaz de ser muchos futbolistas en uno solo, su juego impresionó desde el primer día y Víctor le situó pronto como un mediocampista imprescindible. La primera jornada corrobora esa idea: el Real Zaragoza se mueve al ritmo que marca Keidi Bare.
Qué bien escribes, Jorge. La poesía no debería estar reñida con el periodismo deportivo. Enhorabuena.