ZARAGOZA | El Real Zaragoza ganó en La Rosaleda, en un triunfo que cambió el paso y los vientos. Lo logró a partir de su sentido colectivo, de un equipo que se ordenó a través del trabajo de todos. En ese plan, Kervin Arriaga mostró todo su valor: ganó duelos, acudió a las ayudas y planeó junto a Keidi Bare un Zaragoza mejor, mucho más competitivo. Pocas cosas son tan poderosas en el fútbol como el efecto de una primera impresión y Arriaga ha logrado impactar en sus estrenos. Básicamente porque ha logrado tener un papel estratégico y sustancial: ha sido exactamente el jugador que el Zaragoza necesitaba.
En Málaga, Ramírez le dio las llaves de todas las cosas. Y logró junto a Bare una sociedad entusiasta, llena de pelea, que regó de entrega La Rosaleda. Los números del hondureño describen su naturaleza, los registros de un centinela: ganó 13 de los 17 duelos en los que intervino, acudió puntual a las coberturas y fue el camión de la basura, el guardián de todas las disputas. Ídolo en Honduras, en dos partidos se ha ganado el favor de la afición del Zaragoza. Largo, su zancada le lleva a todos los lugares, capaz de corregir con entradas (4), despejes (3) y bloqueos (1) en Málaga.
Kervin Arriaga, un especialista
Tenso y combativo, compensa algunos defectos en el espacio reducido con su coraje y su despliegue. Domina los tiempos, regula el partido y maneja el otro fútbol. Canchero, es un ganador de duelos, un jugador que contagia e impulsa al compañero. No parece casualidad que Keidi Bare firmara junto a Arriaga su mejor partido de los últimos meses: entre los dos lograron una suma poderosa (ganaron el 68 % de sus duelos).
Con incidencia en sus dos primeros partidos, pocos abrazos parecieron más especiales que el que Miguel Ángel Ramírez le dio a Arriaga al acabar el partido. Sus dos actuaciones descubren un acierto: el Real Zaragoza ha sumado rendimiento inmediato y un jugador necesario, que encarna exactamente las virtudes que al Zaragoza le faltaban. Guerrero, ha llegado a La Romareda con la cabeza limpia, feliz ante una nueva oportunidad, liberado de su jaula en Serbia. Convencido también de que Zaragoza puede ser la estación más especial de su carrera.
Ramírez secundó la apuesta de Juan Carlos Cordero y en dos partidos ha descubierto a un jugador esencial para su media. Arriaga fue ayer su pared maestra.