ZARAGOZA | Se espera que hasta 30.000 abonados lleven en volandas al conjunto de Fran Escribá. Y a estas alturas, con los fondos ya agotados, no parece una opción demasiado remota. La afición no ha hecho más que remar y aguantar años con un equipo sin identidad. Dicen que todo pilar cae en algún momento. Circunstancias de una vida que, en diversas situaciones, presentan contratiempos y problemas que crean hartazgo y desapego.
De otro mundo
La afición zaragocista es, sencillamente, de otro mundo. Desde aquel fatídico día del partido con el Atlético de Madrid que supuso la pérdida de la categoría de oro, la hinchada blanquilla no ha hecho otra cosa que remar, contra viento y marea. Contra todo y contra todos.
Un hecho inédito en muchos clubes que, con las pérdidas de categoría, han visto como sus abonados regulares dejaban de creer. La parroquia zaragocista no. Nunca lo ha hecho, porque el sentimiento que tiene una afición que en los últimos años ha tenido que ver como su equipo perdía la identidad, no ha dejado de alentar.
Infinitos cambios sin resutado
Han pasado presidentes, directores deportivos, consejeros, entrenadores y jugadores. Y la respuesta siempre ha sido la misma: Apoyar y remar. Todo abono tiene dos costes: el económico, por supuesto, y el moral. El aficionado no busca solo resultados. Busca amor mutuo, el sentir La Romareda en los latidos, que el jugador se deje la piel, tener los pelos de punta cuando ruja el estadio y que los directivos hagan todo lo posible por devolver al club a aquella altura que perdió.
En la pasada campaña, más de 25.000 personas invirtieron tiempo y dinero en confiar en el equipo de sus amores. No habiendo conseguido el objetivo por enésima vez, la afición no ha hecho mas que remar y tras una serie de cambios en el organigrama, la gente volvió a creer.
Locura y pasión
A principios de agosto, con la plantilla sin cerrar, con deberes por hacer y con una incógnita, la de si este será por fin el año o no, más de 26.000 corazones se han vuelto a poner la venda blanquilla en la cara y dejarse guiar por sus sentimientos.
Un patrimonio creado en los últimos años en un ambiente inigualable, con el estadio lleno domingo tras domingo y con un guerrero que se despidió con casi 25.000 almas y entre lágrimas en La Romareda, Alberto Zapater, se pensó en que algo bonito podía llegar próximamente: el ansiado retorno a la categoría que corresponde.
Quizás se pueda decir que son solo cifras, pero detrás de cada número se esconde un corazón azul y blanco que deposita su alma en manos del león. Un león herido, cierto, pero que poco a poco y con las curas de sus nuevos propietarios y sobretodo, de su estelar afición, comienza a recuperar una característica que nunca debió perder: la identidad.
El retorno a la cima
En el mes de agosto se confía en que el Real Zaragoza pueda confirmar que 30.000 almas van a volver a confiar y remar en un proyecto que solo tiene como objetivo volver a ver al Real Zaragoza en lo más alto de la cima.
Hay un cántico que se repite domingo tras domingo en el municipal, con el característico olor a incienso y cierzo que rodea la preciosa Romareda que define la situación de más de 30.000 personas cada verano: “Un sentimiento, no trates de entenderlo”.