Que llevar una alimentación adecuada es fundamental a la hora de practicar deporte, es algo que no se le escapa a nadie, ni siquiera a los no deportistas. Ahora bien, puede que muchos no se hagan una idea de cuán importante es lo que comemos, tanto al hacer deporte como en otros aspectos de nuestra vida.
El desgaste físico se suple directamente con la ingesta de alimentos y, al mismo tiempo, el tipo de alimentación que llevemos nos permitirá realizar unas prácticas deportivas u otras. De ahí que sea fundamental encontrar un balance entre lo que comemos y el deporte que practiquemos.
En general, la dieta ideal de los deportistas es un secreto a voces: una dieta equilibrada que huya de los dulces y las grasas saturadas. Mucha hidratación, muchos vegetales y fruta, y una importante pero controlada ingesta de proteínas (que ayudan al desarrollo de músculos y huesos) y carbohidratos (que aportan energía).
Las clásicas pirámides nutricionales de alimentación para deportistas difieren poco de las que se recomiendan para el resto. Las personas que realizan actividades físicas tendrán que jugar con las cantidades de los distintos alimentos y el momento en que los toman pero básicamente seguirán una dieta sana, que es la que deberíamos llevar todos.
Ahora bien, el poder de la alimentación en el deporte va más allá. Es posible, y de hecho todos los deportistas de élite lo hacen, utilizar la comida como una herramienta de entrenamiento. Un tipo de dieta determinado puede servir para alcanzar unos objetivos concretos. Comer una cosa u otra puede cambiar radicalmente nuestro rendimiento deportivo.
La alimentación como herramienta de entrenamiento deportivo
Existen muchos ejemplos de cómo los grandes deportistas han usado la alimentación para planificar sus carreras o conseguir un reto determinado.
Fue el caso del nadador Michael Phelps, cuya rutina de entrenamiento era tan exigente que su consumo habitual era de 12.000 calorías al día. Un desayuno “típico” de Phelps, por ejemplo, incluía: 3 sandwiches de huevo frito, queso, tomate, cebolla y mayonesa, una tortilla de 5 huevos, 3 rebanadas de pan de molde con azúcar, un bol de sémola de maíz, dos tazas de café y 3 pancakes de chocolate. Una auténtica barbaridad justificada únicamente por el extremo consumo de energía que realizaba a diario durante su preparación para los Juegos Olímpicos. Sus 22 medallas olímpicas son un caso único y extraordinario, lo mismo que una alimentación que probablemente ningún otro ser humano podría haber seguido.
En el lado contrario están los ejemplos de deportistas que necesitan perder peso. Le pasó al tenista Rafa Nadal cuando estuvo varios meses retirado de las pistas a causa de problemas en las rodillas; el alto desgaste físico del mallorquín exigía una dieta rica en calorías pero su gran masa muscular suponía, debido a la exigencia física de su juego, un problema para sus articulaciones. Por eso, cuando regresó a las pistas, su pérdida de peso era notable.
Más radical fue el cambio de LeBron James la pasada temporada. Conocido por su gran envergadura pero alta movilidad y rapidez, para el jugador de la NBA la única forma de conservar esas cualidades con 2’03 metros de altura, con 30 años y después de lo exigentes que habían sido las últimas temporadas, era reducir de peso considerablemente. Y lo hizo con 7 pequeñas comidas al día que prescindían de los carbohidratos; una dieta que, como la de Phelps, no es recomendable en absoluto.
En otras ocasiones, el cambio de alimentación no tenía que ver con un momento concreto en la carrera de un deportista sino con la necesidad de mejorar sus resultados.
Dependiendo del tipo de deporte que hagamos, la ingesta calórica será mayor o menor. En los llamados “deportes mentales”, como el ajedrez, sí hay un desgaste físico pero, evidentemente, pasar horas sentado alrededor de una mesa no es lo mismo que jugar la final de Wimbledon. Sin embargo, en este tipo de prácticas, hay una parte de nuestro cuerpo que necesita estar especialmente en forma: el cerebro. Y la alimentación afecta mucho y muy directamente a nuestro cerebro.
Cuerpo y mente son indivisibles en el deporte pero, en juegos como el póker, la gestión emocional y la habilidad mental son todavía más importantes. Daniel Negreanu, un conocido jugador de póker, siempre ha sido uno de los profesionales más importantes del circuito pero un cambio en su alimentación ayudó a que se convirtiera en el mejor. Nada de grasas, nada de alimentos híper calóricos sino vegetales que cultiva él mismo y muchos zumos naturales que le preparan in situ en los torneos. Mejor salud, mejor cabeza.
Algo parecido al cambio de Negreanu fue lo que sucedió con el tenista Novak Djokovic.
El serbio siempre había sido un buen jugador pero su camino para convertirse en el número uno del mundo pasó por un cambio radical en su alimentación: la eliminación del gluten. El tenista llegó incluso a escribir un libro, Serve to Win, en el que explicaba esta transformación, de cómo los “bajones” que le daban a menudo en medio de algunos partidos empezaron a desaparecer cuando se dio cuenta de que tenía cierta intolerancia al gluten y lo quitó de su dieta.
Sin embargo, tal y como el propio tenista apunta, cada uno tiene un cuerpo distinto y lo que le puede haber funcionado a él no tiene por qué servir igual para otra persona. Este tipo de dietas “radicales” se pueden utilizar en casos concretos pero hay que insistir en que, por lo general, lo mejor es optar por una dieta equilibrada y con una ingesta calórica controlada.
Aún así, sí que se pueden recomendar especialmente ciertos alimentos específicos como los que contienen las llamadas “grasas buenas”, que aportan calorías sin suponer un problema para nuestra salud (especialmente el corazón). Algo tan sencillo como aumentar el consumo de aguacate o dejarse seducir por el sushi, que lleva arroz, vegetales y pescados como el atún y el salmón, pueden ayudar en nuestro desarrollo físico más de lo que pensamos. Buen apetito.