Sacó un empate el Huesca en Vallecas, en inferioridad y estando por detrás en el marcador, dos situaciones adversas ante un rival de mucha categoría que en ocasiones anteriores no se hubieran solucionado.
Hay calidad. Sin ella, el Huesca hubiese caído en Vallecas. Pero calidad de la que traspasa límites, de la que no solamente se centra en cómo contactar con el balón, sino en la que va más allá, la que adivina dónde caerá este y cuánto habrá que hacer para soportar un contexto totalmente desfavorable. Lo hicieron los azulgranas con el once base a excepción de la participación de Ferreiro en lugar de Alexander, como frente al Oviedo (4-2-3-1).
La SD Huesca nunca se desordenó, algo muy difícil de conseguir por el ritmo, las dimensiones del terreno y los contratiempos. Bajo una cuidada organización, esquematizada al 4-4-2, a los de Anquela les tocó bailar alejados, separados entre ellos, solitarios. Cada futbolista respondía a una pequeña isla en la que debía actuar y salir vencedor en favor del resto. El Rayo siempre buscaba por fuera, la superioridad en los costados, para terminar encontrando la finalización dentro tras ejecutar en una u otra banda. Ahí el Huesca sufría, a pesar de que cuando el Rayo movía con criterio, se mostraba muy bien situado.
Ante un partido de muchos metros en un espacio que se tornó muy largo, disminuía la precisión, en todo lo atribuible al juego. Jesús no soportó dos carreras y, lesionado, cedió su sitio a Íñigo López (19′), quien regresaba tras mucho tiempo ausente. Sin embargo, el Huesca no cedió. El conjunto oscense ya nunca carece de calidad con balón, lo que implica que el rival también pueda sufrir; una presencia de equipo, inferior a nadie y superior a cualquiera.
El Huesca adjetivó el poso al encuentro tras la ventaja después de superar la insistente acometida rayista en los carriles, pero se produjo en contra lo que permitió que el cuadro azulgrana venciese al Reus semanas atrás. El penalti y expulsión, precedido de una derrota, dónde sino, en banda, permitió la igualada y provocó la salida de Álvaro Vadillo, por el que entró César Soriano (38′). Los de Anquela se situaron en un 4-4-1, pasando Samu al costado derecho, y defendiéndose igual pero perdiendo velocidad en transición, algo que apenas se vio en todo el choque.
Un Huesca muy templado aun en inferioridad, muy inteligente con el esférico; sabiendo jugar, haciéndose favorable un contexto en su contra. No obstante, llegó lo que por supuesto podía ocurrir, y más en un deporte tan cruel como el fútbol en lo que atañe al escenario en el que se encuentran los futbolistas. Ferreiro no le echó una mano a Soriano y Melero regresó al ritmo insuficiente para tapar una acción en banda con centro lateral: Gonzalo no llegó a estar nunca por detrás del balón en la gestación de la acción local y con Bambock saltando al costado, concretamente, al derecho.
Por detrás en todo. Bueno, menos en fútbol. En fútbol el Huesca nunca se quedó atrás ni estuvo por detrás de un Rayo que no dejó de acumular en el área para ganar una partida que el cuadro de Baraja iniciaba con Trashorras y que pretendía que transcurriese, siempre, en una de las bandas. Media hora para el final tras haber cumplido ya otra media con diez, ante la peor situación posible. En muchas otras ocasiones el Huesca hubiese caído, y de forma contundente. Cortocircuitado por completo, incluso desahuciado. Aunque, no iba a ser esto en Vallecas. Porque poco le queda a este Huesca de aquel solemne que transitaba por la Segunda en tiempos anteriores.
Como un grande, produciéndose, en esta ocasión, lo contrario al 2-1 del Rayo: lo que no suele ocurrir y a lo que no se le debe buscar respuesta. Borja Lázaro debió regresar a su tierra para despertar y para que, en el verde y contra todo, tocara el cielo de Madrid y rescatara a los suyos. A lo grande, porque así es este Huesca. David López (68′) ya fue el último cambio, sustituyendo a un exhausto Samu Sáiz que siempre imprimió talento al notable criterio del que goza el equipo altoaragonés. El vasco se colocó en el mismo sitio que el rubio, para cumplir con la contención.
Bambock tuvo la épica en el añadido, aunque eso hubiera sido demasiado bonito. Es algo que todavía no toca, pero el Huesca se está haciendo ‘grande’. Paso a paso, mirada al frente.