Sentenció la SD Huesca al Real Oviedo en una magistral primera mitad para que el camino al final fuese plácido y placentero a la vez. La gran compenetración de las bandas azulgranas y un estelar Ferreiro no dio opción a los de Hierro.
Sin aparente novedad, como de costumbre. Porque este Huesca quizá no nos haya acostumbrado todavía a tardes como la del sábado en El Alcoraz; es pronto para ello, pero sí que ya no es nuevo cómo se muestra el equipo en la mayoría de los encuentros que disputa. Como tampoco lo es que sea hasta capaz de golear e incluso dejar en nada a un rival de indiscutible entidad y categoría. Que, al final, ni el Reus, el mejor equipo que ha pasado por El Alcoraz hasta ahora, pudo. Por una cosa o por otra, pero claudicó. Y el sábado, el Oviedo, lo hizo por fútbol, el azulgrana.
Ferreiro no cambió el transcurso del partido; lo marcó. Instauró un ritmo desde el saque inicial que el Huesca se haría suyo y sobre el que pasaría por encima del Oviedo. Un par de geniales paredes con Nagore bastaron para ver qué podría llegar a suceder. Simplemente, hizo de Pedro. Sí, el canario, actual ‘blue’. Ágil, móvil, trabajador y eficaz. Y goleador, por supuesto. Pero, sobre todo, móvil. Por ello el Huesca jugaba mientras el Oviedo no llegaba, por la movilidad de todos sus futbolistas.
Si algo destacó por parte de los azulgranas a diferencia de otros encuentros fue la gran aportación de las dos bandas. Perfectamente compenetradas, superaban sus avances frente a los carbayones. Por la izquierda, Brezancic tocaba con Vadillo y lo doblaba incansablemente, permitiéndole y facilitándole la diagonal, algo que el ex del Betis aprovechó y por lo que estuvo mejor que otros días. En el serbio, además, destaca su precisión a la hora de centrar a balón corrido -algo de verdadera dificultad- y su precisa contundencia. Por la derecha, Ferreiro y Nagore combinaban para que uno u otro llegara a línea de fondo, y el primero goleó mientras el segundo resultó finísimo.
El solvente triunfo antes del 45′ se fraguó ahí. No sería por las transiciones ofensivas, que si bien son el gran arma de este Huesca, frente a los de Hierro se llevaron a cabo de forma imprecisa. Hasta en tres ocasiones pudieron correr los de Anquela con metros por delante y con igualdad numérica -y hasta en superioridad- en dicho periodo y ninguna se transformó. Mientras, en salida de balón los azulgranas hicieron el intento de salir con tres para ofrecer la máxima amplitud y profundidad posible a los laterales, que los hombres de banda (Vadillo y Ferreiro) se cerraran y que Samu y Melero quedaran por dentro para jugar, pues fue Bambock el hombre de la ‘lavolpiana’ entre Jesús, cuya calidad en dicha salida lo engrandece, y Jair.
No obstante, esto se produjo en contadas ocasiones en un primer tiempo de enorme calibre, donde Melero firmó su mejor choque como azulgrana al ofrecer en el mejor modo posible su criterio y su talento con el esférico, también gracias al buen acompañante que fue Bambock, quien redujo su recorrido en favor de no perder su posición, pues no por querer abarcar más lo haces mejor. Inteligente. El Huesca no le dio opción alguna al Oviedo en todo el segundo tiempo. Por el ritmo; el querer. En el 68′, David López sustituyó a Vadillo para colocarse en la mediapunta, Samu pasó a la banda derecha y Ferreiro a “la suya”, la izquierda. En el 72′ fue Urko Vera quien pisó el verde en detrimento de Borja Lázaro, quien volvió a sonreír.
Ya en el 78′ se produjo el último cambio, cuando Akapo entró por Samu Sáiz para actuar por delante de Nagore, antes de que Ferreiro realizase su último gran servicio. Anquela ha conseguido instaurar y que sus jugadores hayan interiorizado el trabajo, el esfuerzo y el sacrificio en todo un conjunto del que no se salvan los menos acostumbrados a ello, quienes, con lo dicho, se vuelven todavía mejores de lo que son. Este Huesca tiene muchas cosas en ataque que atrás pero es mejor defensiva que ofensivamente, por contradictorio que parezca. Y eso que arriba… está el rubio.