ZARAGOZA | El Real Zaragoza volvió a vencer 90 días después en La Romareda, en el estreno de Julio Velázquez en El Municipal. Su triunfo se entendió mejor a través de una propuesta diferente, en el sistema y también en la idea. Creyó el equipo en los ensayos del técnico, que completó su primera semana de entrenamientos.
Velázquez probó en secreto un modelo diferente, un dibujo en el que los tres centrales disponibles pudieran coincidir. En la media, mezcló a los jugadores que iniciaron la competición. Impuso una lógica elemental: si los mejores resultados del curso se produjeron con Marc Aguado, Francho Serrano y Toni Moya, llegaba el tiempo de que volvieran a encajar.
La llave del juego estuvo en los carriles. Y bailó a través de dos pequeñas sorpresas. Curiosamente, el desequilibrio se situó más en la banda de Fran Gámez y Germán Valera destacaba por su compromiso y su repliegue. El carril de la paradoja: el mejor regateador del grupo se aplicaba en el esfuerzo coral, en la defensa colectiva.
A partir de ahí, creció el Zaragoza, que se nutrió de la movilidad de Mollejo y de su tensión en todos los duelos. También de la llegada silenciosa, siempre eficaz de Maikel Mesa. El plan de Velázquez, blindado durante toda la semana, funcionó para tumbar al Leganés, que pareció menos líder en La Romareda.
El orden táctico, la ocupación de los espacios y la lectura de los tiempos sirvió para anular al equipo de Borja Jiménez. La propuesta tenía otro sentido estratégico: calcar las piezas del Leganés. Curiosamente, el equipo madrileño alteró su plan y abandonó su sistema de cabecera, definido hasta entonces también por una línea de tres. Pero no importó. En las zonas de la verdad, el Zaragoza tuvo siempre superioridad y fue capaz de correr bien, más que de correr mucho.
Julio Velázquez, el dibujo y la idea
Además del dibujo, otro factor mejoró la imagen de los maños. El Zaragoza recuperó la tensión competitiva, la fe en lo que hacía. La idea, la convicción llegó donde antes no llegaron las piernas. Y quizá el mejor ejemplo apareció en el gol, que partió de una recuperación de Alejandro Francés, de una defensa hacia delante. Francho limpió la jugada después y Maikel Mesa resolvió en gol su propia marabunta.
El segundo tiempo fue un reloj de arena, que cayó lento, pero que jugó siempre a favor del Zaragoza. El equipo solo sufrió en el último tramo, más por el recuerdo de sus desgracias que por la posibilidad real de que pudieran repetirse. Aguantó el resultado, con Francés en primer plano. Ganó la última disputa en pleno vuelo, forzó la falta y celebró como un hincha.
El Zaragoza cambió su imagen con Velázquez, que se estrenó con un triunfo en La Romareda. La victoria se explicó a través del plan y de la idea, de una conjura que se escribió entre semana. La propuesta unió al grupo, mejoró a los intérpretes y permitió alcanzar un triunfo reparador, que mejora su autoestima. Al acabar el partido, una frase del técnico resumió la victoria mejor que ninguna otra: “Hoy nos hemos acercado al equipo que queremos ser”.