El Huesca salió vencedor del partido de los partidos. No es anecdótico y ni mucho menos fue casual. Ganó, sobre todo, por cómo lo hizo. Rubi tiene mucha culpa de ello, porque tiene muy claro de qué dispone y cómo conjugarlo, aunque, sin unos futbolistas tan capacitados e inteligentes para ejecutar a la perfección un plan en concreto, nada sería ahora como en realidad y, por suerte, es. Quedó patente que ambos conjuntos querían sorprender, como si se tratase de una obligación; como si no pudiesen afrontar un encuentro tan esperado con lo que se les presupone desde un comienzo. Nadie debía averiguar cómo iba a situarse el equipo de cada uno y, sí: sorprendieron. Rubi lo hizo alienando a ‘Chimy’ y Natxo González sin Febas ni Eguaras.
Tanto Huesca como Zaragoza defendieron con un mismo sistema, atacaron con uno distinto al del rival y los azulgranas en concreto se comportaron, sin balón, como no nos tienen acostumbrados. En lugar de con su 4-1-4-1, con un 4-4-2 asimétrico al que el técnico blanquillo no le adivinó un truco que parecía descifrable a simple vista. Rubi arriesgó pero el Zaragoza no cambió de perspectiva mientras el Huesca realizó exactamente lo mismo durante todo el partido.
En las ocasiones en las que el Zaragoza pretendía superar mediante combinación, con un 4-4-2 en rombo asimétrico, liberándole el carril a Alain, el Huesca dibujaba un curioso 4-4-2. En lugar de retrasarse los dos hombres de banda, Ferreiro se situaba más rezagado como un cuarto centrocampista pegado a la cal pero, ‘Cucho’, junto a ‘Chimy’, como un segundo delantero. Y así, Sastre debía desplazarse ligeramente a su derecha, un carril que el cuadro blanquillo podía aprovechar dado esto y la mentalidad ofensiva de un Akapo que saltaba a Alain mientras el balear defendía a Ros. Los de Natxo González se obcecaron, no obstante, en atacar desde su banda derecha, la más poblada del terreno, porque era donde se colocaba Toquero pero ante Brezancic, que lo marcó de forma impecable, Melero y Ferreiro. Y nadie podía encontrar a Borja Iglesias.
En cambio, cuando eran los azulgranas quienes participaban de la posesión, el Zaragoza replegaba con un 4-4-2 distinto. El segundo delantero del rombo blanquillo, Toquero, protegía la banda derecha; Ros, de igual forma que Sastre en el otro bando, se desplazaba un poco, en su caso, a la izquierda, y Buff, el enganche del rombo, se emparejaba con Borja Iglesias, algo parecido a lo que hacía el Huesca con ‘Cucho’ y ‘Chimy’. Sin embargo, a diferencia del conjunto maño, el oscense, con un 4-3-3 asimétrico, generaba por sus dos carriles, o bien desde Akapo o bien desde Ferreiro. Al primero lo apoyaba ‘Cucho’ y, al segundo, Melero.
Un primer tiempo que tuvo un arranque muy disputado se resolvió en favor de un Huesca que encontró muchos más resquicios que su rival. El Zaragoza insistía en jugar por derecha, no tenía una conexión válida en izquierda y Natxo no dotó a los suyos de soluciones por donde Alain chocaba una y otra vez ante el acoso de Akapo, quien se ocupaba de él al estar ‘Cucho’ más centrado. Ahí el cuadro maño hubiese encontrado la superioridad ante un duelo Ros-Sastre marcado por el desarrollo del juego blanquillo en el carril contrario y no por un buscado objetivo donde ellos actuaban. Ambos corregían, de igual forma, los movimientos de ataque y defensa de sus respectivos conjuntos.
Por tanto, los de Rubi tuvieron el duelo más controlado en todo momento que un Zaragoza sin variantes ofensivas. Y cuando este se atrevió, le concedió mucho a un Huesca que pudo volar y que firmó un primer tramo del segundo acto imparable. Casi 20 minutos a un ritmo muy alto y sin demasiada oposición, y es que Natxo metió a Vinícius y los suyos no se situaron como en la primera mitad. Se mostraban igual con balón que sin él y además habiendo acosado el primer esfuerzo. Se convirtió el choque en dos duelos, el que formaban el brasileño, Toquero y Borja Iglesias ante Brezancic, Jair y Pulido, y el del resto; el de un Huesca con Aguilera, Sastre, Melero, Akapo y un Ferreiro muy participativo desde fuera hacia dentro.
En este contexto, los azulgranas fueron muy superiores en una segunda mitad donde no pasaron, además, apuro alguno. Le ganó el duelo a un Zaragoza sin respuesta, cuya actitud se tornó más ofensiva con Febas pero sin ningún matiz táctico que le ofreciese posibilidades. Se desprotegió, cometió pérdidas en la medular y fue acosado por un Huesca que no modificó su plan inicial. Todo como consecuencia de lo anterior. ‘Chimy’, muy móvil también sin el esférico, permitió mantener ese efectivo ritmo en la presión que acompañaban los centrocampistas. El conjunto oscense copó todo el terreno blanquillo. Sabía más, tenía más y quería más que su par.
Mordiendo tras cada pérdida o para dificultar lo máximo posible la salida del Zaragoza terminó un Huesca al que solo baten los balones parados. Con un ritmo altísimo, prácticamente acompañado por todo el conjunto. Una encomiable actitud y un mérito tremendo de una zaga inconmensurable, un centro del campo único y un técnico grande como pocos. El partido quedó para la historia, para que Camacho disputase su séptimo derbi en unos últimos minutos sobre el verde y para que toda una ciudad comprendiese el enorme poderío de un club que tiene todo lo que hay que tener para pasar a los anales de la historia.