Con casi un 65% de posesión y 245 pases completados se fue la SD Huesca al descanso. Y con victoria. Un perfecto indicativo de cómo pretende ser grande este conjunto, que ya logra ganar ante la propia dificultad.
El partido tuvo 4 tramos. El que el Huesca dominó hasta después del gol, el que ambos equipos jugaron a tutearse, el que el Cádiz hizo acto de presencia y el que durmieron los de Rubi. Un gran inicio azulgrana, sensacional con el balón en una deseada salida, desembocó en la ventaja más tempranera de la temporada. El tanto de Sastre antes del primer cuarto de hora de juego fue el paradigma del ‘estilo Rubi’ y de lo capaz que es su conjunto para ejecutarlo casi a la perfección.
Antes de la diana del balear, una extraordinaria salida con el esférico jugado desde atrás propició la primera clara ocasión, de las botas de Akapo. Y la siguiente, todavía más meditada, fue el origen de la victoria. El Cádiz parecía no estar ante un Huesca que parecía ser el de siempre, pero que no lo era. Y esas cosas se distinguen en los pequeños detalles: cuando a Luso le toca realizar algo más que su básica a la par que importante función; la sensación que el centro del campo azulgrana no lograba sujetar el encuentro en el segundo tiempo. El zaragozano, que la mayoría de las veces jugaba con el cercano para no tener que asumir un arriesgado pero necesario compromiso con balón, tampoco se orientaba para que lo primero le pudiese ser más sencillo.
Muy contundente en el corte aunque sin el temple ni el recorrido que caracterizan a Aguilera, Luso firmó una correcta actuación que le da validez a su participación pero que, en ningún caso, hizo olvidar al ‘5’ del Huesca. Algo que todavía se acrecentó más, a pesar del muy buen primer tiempo de los de Rubi, al presenciar lo espesísimo que se encontró Melero. Aun activo y participativo, tuvo su primer mal día. Así, los focos del escenario buscaron a la pieza restante del triángulo de la medular, y la encontraron. Sastre, ante tal situación, esta vez sí manejó con balón y le dio a los suyos la continuidad y precisa asociación que el equipo requería.
Los dos cambios de Cervera en el descanso reafirmaron las sensaciones que aparecieron en los amarillos en el segundo tramo del primer tiempo. Consiguió encontrarse y completó un comienzo de segunda mitad en el que, al menos, demostró estar decidido a algo. Sin el cuero, presionó arriba la salida azulgrana con los dos puntas y se situó más arriba. El Huesca acrecentó su número de pérdidas y el Cádiz las aprovechó mejor que en sus aceptables tramos del primer acto, pero los de Rubi no llegaron a sufrir. Porque tanto Alexander como Akapo, obligados a defender hacia dentro después que los extremos cadistas alternaran sus puestos desde el tanto, no ofrecieron ninguna facilidad y porque Gallar le permitió al Huesca asociarse entre líneas cuando daba la sensación que la situación podía peligrar.
El cuadro oscense encontró en el ’11’, y no en Vadillo -muy detallista-, la vía de escape para matar el partido en las transiciones o para hacerlo en las posesiones; siempre aparecía y sabía dónde hacerlo para ser más dañino. Lo primero no otorgó recompensa, como ante el Reus, pero lo segundo fue lo que venció a un Cádiz que, como mínimo y gracias a José Mari y Barral, se atrevió. Y controló el resto del duelo maniatando a su rival a través de lo más simple: el pase.
Un Huesca maduro, que terminó en un 4-2-2-2, con Carlos David al lado del pivote para reforzar la zona del mediocentro y sin delantero. Rubi necesitaba enfatizar la buena actitud defensiva del equipo en los instantes finales y sin Luso como opción, pues es quien ingresa cuando los azulgrana se encuentran en esas situaciones, convirtió al zaguero en centrocampista en una decisión tan original como atinada. Se lo sacó de la chistera pero debía responder al contexto. El técnico también salió vencedor.