El Huesca logró un triunfo de categoría. Su centro del campo, perfectamente compenetrado, le otorgó una victoria de prestigio cosechada a través del dominio del cuero y de las áreas, gracias a las cualidades que ostentan los azulgrana.
Sorpresa en el once de Rubi. Sorpresa, precisamente, porque no hubo. Por vez primera, el técnico catalán puso en liza a los mismos hombres que la jornada anterior para medirse al Rayo. Si funcionó tan bien contra el Valladolid, porqué cambiar. Pero, lo que sí cambió con respecto al choque frente al Pucela, manteniendo la efectiva movilidad en la medular, fue la aptitud de los azulgrana; es decir, cómo resolvieron las situaciones individuales a las que se vieron sometidos cada uno de ellos. Y, por eso, el conjunto funcionó mejor y salió victorioso en un partido que tuvo un inicio trepidante.
El equipo oscense, que se mostró dinámico y ofensivo, pretendió hacerse con el balón desde el comienzo, y ganó por partida doble: primero, porque lo tuvo, y segundo, porque, entonces, el Rayo -tan jugón- no podía tenerlo. Y no solo se quedó ahí, sino que, sin el esférico y ante un rival que formó con el mismo esquema y con su punta -De Tomás- bajando a asociarse, el Huesca fue muy agresivo. La intención: recuperar rápido. El objetivo: no solo impedir que el contrario tuviera el balón, sino hacer que no lo tuviera teniéndolo tu. Quitárselo para vencerle, no para no perder. Ahí ganó el Huesca. Y, sobre todo, Rubi.
Resultaba verdaderamente llamativo cómo se manejaban los azulgrana con el esférico y se pudo comprobar, al menos, cómo no dirigen la salida del cuero. Sin hacer la lavolpiana -incrustar al pivote entre los centrales-, el Huesca jugaba desde atrás con el balón controlado fijando a un centrocampista que viniese a recibir para iniciar, situando a otro cercano para posibilitarle la propia salida y estirando mucho al tercero. Da igual quién fuese, si Aguilera, Sastre o Melero. Los tres cumplieron las mismas funciones. Y es que en la acción del 1-1, fue Melero quien pretendía iniciar -antes del balón largo de Pulido-, con Sastre a su lado, y Aguilera habiendo estirado.
Cuánta área pisó el pivote madrileño, por dos razones: la primera, por esto anterior, y la segunda, por encontrarse con un sistema homólogo. Con Melero y Sastre emparejados, con Trejo y Comesaña respectivamente, Aguilera debía ocuparse del mediocentro rayista -Beltrán-. En la jugada del 1-1, sin balón está pendiente de él, por eso se encuentra por delante de Sastre y Melero, y al poseer el Huesca el balón, como ya se encuentra más avanzado que sus dos compañeros, estira. Ya estira tanto que acaba pisando área, le sobra tiempo para medir la internada y termina logrando la igualada. El poder de la táctica. La causa de la victoria.
Un Rayo jugón, que acumulaba gente por dentro, se encontró con un Huesca que le superó, en asociación y remate; un Huesca que completó casi 100 pases más -84- que su rival al descanso. Ni Trashorras, después, lo pudo solucionar para los suyos, que ya es mucho decir. No obstante, los de Míchel mejoraron sus prestaciones con el cuero y lograron llegar a las inmediaciones del área de Remiro, pero los azulgrana ganaron la batalla en las dos áreas.
Gallar resultó ser la pieza participativa y desequilibrante para no dejar de acometer a un Rayo que se fue separando demasiado entre sí pero que, aun arriesgando atrás para superar arriba, no dejó de toparse con un Huesca inquebrantable y reforzado con la figura de Luso.
Rubi ha sentado una gran base y está logrando vencer, no solo mereciéndolo y haciéndolo a través del esférico, sino impidiendo que ninguna pieza desentone. Genial.