En El Molinón, la SD Huesca reafirmó que lo que parece es y que nada de lo que se le presupone termina no siendo. El Huesca actuó algo presionante sin balón, situándose en un bloque medio-alto para no ser sometido en su propio terreno pero tampoco jugarse la inferioridad en el rival. Queriendo que el Sporting no se sintiese cómodo y dudase con balón. Un Sporting, en un encuentro que tuvo un ritmo alto, que comenzó a lo grande, como lo que es. Buscó su banda izquierda, a Rubén García, para atraer, y para acabar en el lado contrario. El zurdo extremo le aportó amplitud y desequilibrio a su equipo por dicho costado, mientras que por el otro, Carmona, centrocampista por naturaleza, centraba mucho su participación.
Es cierto que Alexander sufrió defensivamente en el lateral derecho, no solo porque no es ahí donde puede sacar a relucir sus capacidades, sino porque además Paco Herrera pretendió damnificarlo y conseguir un equipo asociativo. Con Carmona por dentro, el doble pivote por detrás suyo, Moi Gómez en el enganche y el plástico Carlos Castro participando, el Sporting creó una maraña rojiblanca alrededor del balón para protegerse a la vez que lo tenía e intentaba progresar. Ahí, Aguilera fue el de siempre, Melero se multiplicó, Akapo sujetó al propio Carmona y Vadillo se posicionaba de tal manera que impedía la limpia incorporación de Calavera por el lado del que “huían” el rojiblanco y el ilicitano.
El plan inicial del Sporting tenía quilates y mérito, pero todavía fue mejor cómo lo sujetó el Huesca, sin pasar grandes apuros. Afincando en un habitual 4-1-4-1 sin el esférico, quedaba por ver qué eran capaz de hacer los azulgrana con él. Y por supuesto, no se quedaron cortos. Melero fue el protagonista principal, Gallar participó mucho y la zaga azulgrana -Remiro incluido- no dudaba en salir con el balón controlado siempre que se podía. Sastre, por su parte, quedaba en ocasiones muy alejado de la zona de acción o se mostraba inoperante cuando los suyos amansaban el imponente escenario en el que les tocaba actuar.
El conjunto oscense fue más fiel a su identidad que nunca. El reloj refrendaba los correctos tramos del Huesca en el primer tiempo mostrando los grandes minutos que acumuló en el segundo. Rubi quería ser superior -a mí me ganó- y su cambio de ‘Chimy’ por Sastre, tras el tanto local, lo dejó claro. Mayor carácter ofensivo. Aunque no fue directamente eso lo que cambió el partido, sino una genialidad de un Vadillo cuya aportación es poquísima a un equipo que no puede permitirse el lujo de jugar con 10.
‘Chimy’, que no llegó a tener participación, actuó en el interior derecho, posición que siempre viene ocupando Sastre. Ni el uno ni el otro lograron ser influyentes. El primero no supo meterse en el partido, y el segundo, que sí lo estuvo, no marcó deferencia alguna. Ni con balón. Si bien no resta, el balear no es capaz de sumar y pese al empeño de Rubi, esa plaza sigue dejando dudas en situaciones que van a marcar el destino de este Huesca en la actual temporada.
Quizás Alexander, con cualidades escasas para el lateral y una competencia a la que no alcanza para actuar en banda, sería el idóneo para ocupar dicha demarcación -interior derecho-, por recorrido, trabajo, potencia y despliegue físico. Aguilera y Melero ponen el resto e incluso se sobran para ello. Sobre todo, el ‘8’: el mejor, el capitán, el que marca el desarrollo de un partido en clave azulgrana y el que, a su vez, es capaz de decidirlo.
Modificó Paco Herrera sus tres cuartos de campo sin obtener ninguna respuesta positiva. El partido se alteró tras las tablas y solo el Huesca supo jugarlo. Fue él mismo y acabó siendo mejor, porque lo está comenzando a ser y eso es gracias a la extraordinaria labor de su entrenador.