El Real Madrid conquistó en Málaga su 28ª Copa, esa que se decía estaba más abierta que nunca. Si era así fue Facundo Campazzo quien apretó a conciencia los tornillos que cerraron a plomo la tapa de un trofeo que vuelve a las vitrinas blancas tras dos años de mando del Barcelona. El dominio del ritmo del base argentino alentó a un Madrid infinitamente superior (68-95) a un Unicaja que se quedó sin el fuelle que le había llevado contracorriente hasta una final de un evento en el que era anfitrión y por eso se clasificó. Tras eliminar en cuartos al Casademont Zaragoza y en semifinales al Morabanc Andorra, los locales se sumergieron desde muy pronto en un mar de dudas propiciado por el acierto del Madrid y por el entramado defensivo programado por un Pablo Laso que con éste ya cuenta con 19 títulos totales al frente del Madrid (desde 2011).
Facundo Campazzo se coronó como el mejor jugador del torneo (+78 con él en pista en toda la competencia), sucediendo a Thomas Heurtel, MVP en las dos ediciones anteriores. Con 13 puntos y 13 asistencias, pero con una media de 13/10 para 27 de valoración durante los tres días, el suramericano se convirtió en la estrella más brillante de la Copa del Sol, superando en esa pugna a su compañero Walter Tavares, menos trascendental en la final por el acierto de sus compañeros exteriores (Carroll se fue hasta los 20 puntos y la serie del Madrid en triples fue de 17/30).
La final tuvo poca historia. La igualdad duró una nada. Lo que le costó al Madrid calentar la muñeca y a Campazzo, las piernas. Resulta paradójico que lo partidos más igualados de esta Copa hayan sido los de cuartos (ninguna victoria superó el margen de los diez puntos), mientras que en las semifinales y en la propia final se vivieron auténticas palizas (ninguna por debajo de la veintena).
La salida de la final quiso expresar algo ya leído en estos tres días de pasión en Málaga. El ritmo de Facu Campazzo dominó el estilo de juego del Real Madrid y con ello el mandato del encuentro. Este condimento no fue acompañado del otro veneno blanco en esta Copa. Walter Tavares apenas estuvo minuto y medio en pista porque Pablo Laso decidió sentar al gigante caboverdiano. Eso dejo vía libre para el MVP de Campazzo, que abandonó la pista a falta de tres minutos bajo una ovación generalizada de todo el pabellón.
Perder al referente de la ‘pintura’ no supuso ningún dolor de cabeza para el Madrid. Su artillería exterior resultaría suficiente para abrir una brecha temprana y demoledora. A base de triples y la dirección táctica de Campazzo, el cuadro madrileño consiguió las primeras ventajas, hasta llegar a doblar a su rival en el marcador al finalizar el primer cuarto (12-24) con diez puntos de Jaycee Carroll y 7 del propio armador suramericano.
El Unicaja había concedido el timón de su estrategia a Jaime Fernández, intentando generar desde su bote y tras encadenar sucesivos bloqueos con los interiores. Pese a que el base estuvo acertado, luego apenas jugaría (8:35 minutos), la consecución de fallos desde la línea de 6’75 condenó al anfitrión. Mientras en el arco blanco la efectividad se disparaba (5/8) entre la bancada cajista cundía la impotencia (0/6 inicial para un 4/20 final) en unos primeros instantes que fueron esclarecedores de lo que pasaría más tarde.
La ventana por la que se estaba escapando el partido para el Unicaja se convirtió en socavón. Dos triples de Rudy Fernández y otro de Trey Thompkins ampliaron la diferencia, aún con Campazzo agarrando la brújula del Madrid y pese al secante de Alberto Díaz, clave para entender cómo el anfitrión había roto los pronósticos en los dos partidos anteriores. Una máxima diferencia de +21 (14-35) se razonaba por el trabajo defensivo de los ‘blancos’ y la insistencia local de fallar tiros de tres, pero también otras opciones bajo el aro.
La irrupción de Dario Brizuela y en paralelo el descanso del ‘Facu’ insinuó que el panorama podría ser más halagador para el Unicaja. Doce puntos del escolta donostiarra impulsaron a esa creencia y a despertar a una grada verde que se había ido apagando. Un parcial de doce a cero, en el que cada uno de los puntos del Unicaja fueron obra de Dario Brizuela, incluido el primer triple para su equipo, acercó al conjunto andaluz a nueve (26-35). La recuperación se fundió por el efecto Campazzo. El regreso a pista del argentino puso las cosas en su sitio y al Madrid con una renta más extensa (28-43) al irse al descanso.
No hubo más capacidad de resistencia. En acciones demasiado individuales, con urgencias y sin piernas ni cabeza, el Unicaja fue diluyéndose en la cruda realidad. Hasta el silencio de sus aficionados sonaba a un funeral programado demasiado pronto. Sin historia, el Madrid fue pensando en la celebración mientras Jaycee Carroll continuaba con su suma individual y otros jugadores, como el propio Walter Tavares o Gaby Deck se aupaban al carro. Se trataba de ir descontando los minutos que quedaban para una ceremonia de entrega cuyos nombres propios se sabían desde hacía muchos minutos: el Real Madrid de Facundo Campazzo.