ZARAGOZA | El Real Zaragoza se hunde y sangra en Éibar y repite su maldición en Ipurúa. Vencido en el fútbol y en los matices, pareció entregado, rendido desde el banquillo y en el césped. La dinámica es dolorosa y las señales cada vez más preocupantes: el Zaragoza ha entrado en la depresión de todos sus inviernos.
Joan Femenías (5): Protagonizó cuatro paradas y no se le puede reprochar nada en los goles, vendido en las acciones más definitivas.
Marcos Luna (6): Intentó ganar la banda y peinó el larguero en uno de sus remates. Fue profundo y voluntarioso, pero estuvo algo impreciso y poco acertado en sus regates. Tras el gol de Liso, suyo fue el mejor acercamiento.
Lluís López (2): Desdibujado en la marca, Antonio Puertas le sacó de punto en los dos goles. En el primero, le ganó la carrera. En el segundo, bailó su defensa.
Jair Amador (4): Sin ser fiable en todas sus acciones, cumplió el expediente. Guardó mejor que ninguno de los tres zagueros el área y acertó en la mayoría de sus despejes. Falló, eso sí, en dos entregas que serían definitivas.
Enrique Clemente (1): Volvió a ser un flan, un jugador lleno de dudas y de miedos. Perdió la referencia de Pascual en el primer tanto y fue una grieta más en el segundo. Sale rebotado en los duelos y vencido en todas las disputas. Está en un punto de su carrera en el que no juega los partidos, los sufre.
Iván Calero (4): Ensayó un disparo desde la larga distancia y protagonizó un buen eslalon al inicio. El resto del tiempo cerró espacios en lugar de abrirlos y no acertó en sus centros. Su compromiso está fuera de toda duda, pero juega en una posición que ha dejado de ser la suya.
Marc Aguado (5): Entró con buen pie al partido y estuvo preciso en sus pases casi todo el tiempo, pero acabó menguando, como todo el equipo.
Francho Serrano (6): Peleó, ganó disputas y fue de los pocos a los que le dolió la derrota. Le faltó acierto en el último tercio y pisar con más frecuencias el área.
Ager Aketxe (3): Probó fortuna en un disparo hecho a su medida, pero no asumió la responsabilidad cuando el partido se complicó en la segunda mitad. Se siente un incomprendido y se mezclan dos nociones: el equipo no le busca y él tampoco se encuentra.
Adu Ares (3): Flotó por el pasillo interior, pero no supo sacar ventajas de sus licencias. Una de sus contras pudo provocar una ocasión clara, pero Azón se tropezó en el camino, cuando él ya afilaba su oportunidad. Se peleó con todos: con el árbitro, el rival y el partido. No ganó casi nunca.
Iván Azón (3): Generoso en sus intentos, pero errático en sus mejores opciones. Participó de forma torpe en una de las mejores oportunidades. Debe volver a encontrar su racha.
Cambios del Real Zaragoza
Adrián Liso (7): El partido no estaba para nadie y él decidió reanimarlo. Volvió a elegir el camino que le ha llevado a la élite: fue un extremo valiente, que nunca mira hacia atrás. Le dio vida al partido con su gol y recordó todas sus virtudes.
Toni Moya (5): Bueno en los números, tuvo poca incidencia en el resultado. Se necesita de él más participación, riesgo y protagonismo. Se le ha asignado el rol de revulsivo y eso describe cierto conformismo.
Pau Sans (5): Quiso salir al campo con rebeldía e intención, pero pareció precipitado. Quizá sobreexcitado, quiso hacer demasiadas acciones al mismo tiempo y le costó crear impacto en las jugadas.
Mario Soberón (3): Se le vio lento, pesado y dubitativo. Muy lejos también del lugar en el que es peligroso. Al margen de las impresiones, su regreso es una gran noticia para el futuro.
Alberto Marí (2): Abandonó el área y no ocupó las zonas de peligro. Pierde todos los duelos en los que interviene y nunca suma, siempre resta.
Entrenador:
Víctor Fernández (2): Apareció en rueda de prensa tan derrotado como su equipo había terminado su partido. Ahí se le vio frágil, sincero, revelador. Su equipo no compite y él fue incapaz de reanimarlo desde la banda. Confió en el dibujo y en sus intérpretes, hasta confirmar que Clemente es ya una causa perdida. Cuando el partido pedía amplitud, eligió mutilar la banda izquierda, renunciar a metros y centros con veneno. Su forma de dirigir el partido se basa en la intuición, pero ya no construye buenos contextos para sus equipos. Dijo que nunca será un problema para el Real Zaragoza, pero el gran tormento es que Víctor Fernández tampoco encuentra una solución. Y parece también sumido en una profunda depresión.