ZARAGOZA | Resulta muy extraño que a falta de escasos días para comenzar el campeonato de liga, el entrenador del Real Zaragoza tenga múltiples opciones para decidir el esquema con el que jugar. Este año es el primero de los once que lleva el club blanquillo en el lodo de la Segunda División en el que se dispone de una extensa plantilla dónde existen distintos dibujos y planes con los que dar forma al equipo. Escribá se encuentra en una difícil a la par que positiva tesitura. Jugar con su 1-4-4-2 en línea, sistema con el que jugó el equipo desde su llegada a Zaragoza o con un rombo en el que la línea de medios coge mayor protagonismo.
Desde la apertura del mercado estival, la dirección deportiva con Cordero como cabeza visible tiene como prioridad la incorporación de jugadores de banda. Con las salidas obligadas de Bebé y Mollejo -ya de vuelta-, el Real Zaragoza tan solo contaba con Bermejo y Puche como únicos futbolistas capaces de desempeñar las funciones de extremo. Con el madrileño lesionado y el canterano envuelto en un mar de dudas acerca de su nivel, Juan Carlos Cordero debía poner el foco en los costados del ataque. Sin embargo, por los procesos que lleva el mercado, el club realizó varias operaciones en las que el centro del campo quedaría finiquitado de manera solvente y rápida tras los fichajes de Toni Moya, Maikel Mesa y el regreso de Marc Aguado.
De esta forma, la mayor parte de la pretemporada se ha tenido que trabajar en base a lo que había en ese momento: “overbooking” en el medio y escasez en los extremos. Así es como Escribá decidió probar en varios ensayos de pretemporada el famoso 1-4-4-2 en rombo que permite ser superior a casi todos los equipos en el centro del campo. A un Marc Aguado impecable en la labor del robo y construcción, se le unen el trato de balón de Toni Moya, la incombustibilidad de Francho Serrano y la clase de Maikel Mesa.
A pesar de poder tener definido el sistema, el entrenador zaragocista no quiere renunciar a su estilo y por ello Cordero ha cerrado los fichajes de Mollejo y Germán Valera. Futbolistas que en el rombo no encajan, pero en el 1-4-4-2 en línea son idóneos para el puesto. Es por eso que Fran Escribá se encuentra en una dicotomía de difícil elección en la que el desarrollo de la competición marcará el veredicto final.