Nada ha cambiado en el Real Zaragoza. La victoria in extremis contra el filial del Villarreal en La Romareda el pasado fin de semana en un partido irregular no sirvió nada más que para difuminar una realidad que ayer en Granada se percibió más nítida que nunca. La merecida derrota por 1-0 en Los Carmenes hunde de nuevo la moral de un equipo lleno de heridas en este desalentador comienzo de campaña. Las cinco derrotas y cuatro empates en 12 partidos, con siete partidos sin anotar, son un signo claro de la decadencia de un equipo incapaz de encontrase sobre el terreno de juego, de fijar un rumbo. Juan Carlos Carcedo vuelve a ser –si en algún momento dejó de serlo– el gran señalado tras esta nueva derrota en la que el Zaragoza en ningún momento se creyó capaz de sacar los tres puntos.
El técnico riojano nos tiene acostumbrados a alguna sorpresa al anunciar el once titular de cada partido. En el día de ayer, Francés y Simeone se sentaron el banquillo ante la estupefacción de muchos aficionados que pedían su presencia en la foto inicial. Carcedo ya avisó en rueda de prensa de cuales iban a ser sus intenciones: nada de dos delanteros, o Gueye o Simeone. Fue el nigeriano el que partió como titular para, entendimos todos, dejar vía libre a un Giuliano fresco en la segunda mitad y atacar así los espacios del cuadro nazarí. Lo de después ya sí que no se entendió. Pero vayamos por partes.
Cristian y 10 más
El inicio de la contienda fue como en la mayoría de partidos en esta categoría. Ambos equipos saltaron titubeantes a la espera de que alguien o algo rompiese el hielo, ya fuese por error o por acierto. El irregular Granada de Aitor Karanka, lleno de interrogantes también, agarró desde el minuto inicial las riendas del partido y las ocasiones empezaron a precipitarse con constancia sobre la portería defendida por Cristian Álvarez. Mucha pólvora tienen los granadinos en su frente ofensivo, pero menos mal que el zaragocismo cuenta con un cancerbero como el rosarino desde hace seis temporadas. De no ser por Cristian, el choque, sin duda, habría acabado mucho antes.
Tras el arreón inicial del conjunto local, el Zaragoza, que tan solo había probado a echar a la lotería de los centros de Fuentes en dirección a la cabeza de Gueye, comenzó a hilvanar alguna que otra transición con sentido y hasta con peligro. Aunque predominó la espesura con el balón en los pies durante la mayor parte del encuentro, con Manu Molina desubicado e impreciso, en esos minutos de cierta lucidez otro gallo hubiera cantado si Bermejo, otra vez de enganche, hubiera materializado el golazo que el poste le arrebató o si González Francés no hubiera cortado una prometedora contra de tres para uno para sacar una amarilla.
Acorralados y sin ideas
Lo peor que podía pasar pasó. Nada más empezar la segunda mitad, un despiste colectivo de la defensa del Zaragoza habilitó a Miguel Rubio para que marcara a placer el único y decisivo gol de la noche. No hay partido en el que una falta de concentración puntal o algún fallo de comunicación echen a perder parte del trabajo colectivo realizado anteriormente. Un aspecto que, a pesar de ser un equipo mejor construido en defensa que en ataque, deberá corregir el Zaragoza si quiere tener aspiraciones este año.
Entre el gol nada más empezar, la sustitución de Bermejo –peor el madrileño que el otro día, eso sí– por el aborrecido Vada y el cambio de Gueye por Simeone con el marcador en contra, los fantasmas del pasado más cercado se cernieron sobre el equipo. Y encima, un par de centímetros arruinaron el gol del empate de Giuliano. Desde luego, el transcurso de los minutos fue dando señales para comprender que no iba a ser una gran noche.
Sin orden y sin ideas
El Granada, con el viento a favor, puso una marcha más siendo consciente del atolondramiento de los de Carcedo tras el tanto encajado. Ante la imposibilidad de aumentar el marcador culpa de un soberbio Cristian, los de Karanka replegaron filas en el tramo final y el Zaragoza aprovechó para tratar de repetir la heroica del finde pasado. Con Mollejo, Zapater y Luna en el campo, el conjunto maño merodeó el área de Raúl Fernández sin pauta y sin maldad, con el equipo deslavazado por un entrenador sin lógica en los cambios.
El partido murió con el uno en la casilla de los locales y el cero, como de costumbre, en la del Real Zaragoza, que tan solo ha marcado siete goles y ha encajado 10. Se podría decir que se ha perdido la esencia, pero ¿alguna vez la ha llegado a tener este equipo? Lo que se vio en pretemporada no debe ser la referencia de un proyecto que lleva ya dos meses de competición y no hay atisbos de evolución. Más bien al contrario. La duda ahora es hasta cuándo hay que esperar para cambiar lo que no funciona. La realidad es dura y el aficionado está cansado de esperar.