ZARAGOZA | Iván Azón no sigue un camino trazado por los dioses del fútbol. Su senda es otra, la del trabajo constante y una lucha silenciosa. Pelea contra la crítica, se enfrenta a sí mismo, a sus rachas y algunos de sus complejos. Técnicamente no es un privilegiado. No lo será nunca. Su virtud reside en jugar para otros, en aglutinar el fútbol con un cuerpo de otro deporte. Iván Azón vive del gol y de ganar balones sin dueño.
Frente al Tenerife marcó un tanto que fue un respiro. Y cortó así una racha de seis meses sin goles. Llegó en La Romareda, en una jugada irrepetible, en un remate que fue primero acierto y después suspense. Sirvió para allanar el triunfo. También para liberarle de un bloqueo que era visible a ojos de todo el mundo.
La pasión de Azón
La pasión de Víctor
La pasión de nuestra afición
💙🤍#LaLigaHighlights pic.twitter.com/RvbFrqiYWR
— Real Zaragoza 🦁 (@RealZaragoza) April 4, 2024
Iván Azón escribe una historia compleja. En todas las pretemporadas se le adjudica un cartel poco generoso. Es el actor de reparto, un secundario en la delantera. El fútbol admite desde su irrupción una ley no escrita: venga quien venga, Azón acaba superando sus registros. Y lo hace como revulsivo o como titular de última hora.
Azón convive con las lesiones y con una morfología física muy particular. Potente, su fútbol cobra sentido en grandes espacios y sus defectos son visibles en una baldosa. Mejor como acompañante que de referencia, su juego se basa en alcanzar millas, en ganar duelos en una trinchera.
Víctor Fernández se encontró con un jugador triste, bloqueado, que había empezado a dudar de sí mismo. Ahora ha recobrado el pulso y cantó uno de sus goles más importantes. Lo hizo feliz, con su aspecto de niño grande. Mientras Víctor le pide que juegue menos en el suelo, La Romareda celebró su liberación y aplaudió su esfuerzo.
Más allá del gol, hubo un triunfo especial en su partido. Iván Azón recuperó la condición que le ha permitido alcanzar el fútbol profesional. Dónde no llegó el fútbol, volvió a aparecer la fe.