Hace tiempo que se consideró el de Qatar como el menos mundial de todos los mundiales. Sobran argumentos para ubicarlo en ese lugar: fue adjudicado a través de irregularidades, con sospechas probadas de corrupción. En la construcción de las infraestructuras ha habido innumerables víctimas, una de esas manchas que quedan para siempre.
El diario The Guardian cifró en 6.500 las muertes en la preparación del evento. Los números se recogen también en Admistía Internacional, que estima que los fallecimientos se acentuaron en trabajadores procedentes de India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka y Pakistán. El Mundial se juega en un país que no respeta los derechos humanos, que criminaliza la homosexualidad y que limita al máximo las libertades de las mujeres.
El fútbol ha demostrado la peor de todas sus costumbres: ha probado que el dinero todo lo puede comprar, incluida la moral de sus seguidores. La competición, jugada en pleno invierno, dividió la temporada en dos fragmentos. Hay quien opina que el fútbol, el puro fragor del torneo, tiene valor en sí mismo. Una sentencia fácil resume esa idea: lo mejor del fútbol es que siga siendo un juego.
Y en el juego, hoy se vivirá una de las mejores finales previstas. Con España fuera desde Octavos, cayeron también algunas de las potencias más esperadas. Brasil perdió pie ante una Croacia que reina como tercera, Alemania hizo las maletas en la fase de grupos e Inglaterra se topó con Francia, que tiene madera de campeona. Marruecos protagonizó el mejor de los relatos, logrando un cuarto puesto que supone el mayor éxito de todas las selecciones africanas en La Copa del Mundo. Francia tendrá la oportunidad de revalidar su título y Argentina se recuperó del golpe inicial por una razón muy simple: porque tiene a Messi.
El 10 firma su mejor participación en un Mundial y se medirá a Mbappé en uno de esos duelos que quedan para la historia. En una reposición moderna del Beckenbauer ante Cruyff de 1974, del Maradona frente a Mathäuss de 1986 y 1990, del Roberto Baggio ante Romario de 1994 o del Ronaldo frente a Zidane que se vivió en Francia 1998. Solo son algunos ejemplos de esa lucha de gigantes que se plasma en los mejores escenarios. Y hoy se juega la mejor final de todas las finales.
Francia arrasa con toda su maquinaria. Griezmann actúa de verso libre, convertido en un centrocampista más. El combinado francés es un equipo férreo en la zaga, con lugartenientes en la media como Tchouaméni, que tiene fútbol y mil kilómetros en sus piernas. Arriba amenaza con la pólvora de jugadores como Dembelé, Giroud y Mbappé, en absoluta plenitud. En Argentina aparece el último Messi, con trazos todavía del Messi de siempre.
Kylian Mbappé es el héroe del futuro, el 10 de Argentina prepara su último baile, como si pudiera ser Jordan ante Los Utah Jazz. En Qatar quiere contar la historia más bonita jamás contada. Si el fútbol y la lógica se encuentran, la todopoderosa selección de Deschamps, con el mejor velocista del fútbol, tiene todas las de ganar. Argentina se aferra a la épica del 10, al relato de un ícono. Cuenta la leyenda que hay leyendas que no se pueden contar.
Mientras Francia quiere hacer válidos los pronósticos, la albiceleste se aferra a Las mil y una noches de Messi.
Con un sólo ganador… Qatar… dueña y señora de este mundial…