HUESCA | En estas fiestas, quiero aprovechar para hablarles de Antonio y Paco: quizá con los datos que yo les dé les puedan reconocer, o quizá no sepa de quienes les hablo. Sólo les digo que esta historia tiene moraleja, y que como Antonio y Paco hay muchos. Al final sabrán también porqué motivo escojo las historias de estos dos grandes tipos.
Venga, empecemos. No es relevante para esta historia que Paco naciera en Pertusa y Antonio en Huesca, ni siquiera lo es que Paco dedicara su vida a recorrer Huesca, su provincia y media España poniendo cristales, mientras que Antonio aprendiera el oficio de carpintero de su padre, y después diera el salto a fabricar muebles de cocina. Está mal que yo lo diga pero esos muebles son muy buenos. Los que me puso en casa tienen ya 20 años y están como nuevos. Pero sigo, que me lío.
Antonio era acérrimo seguidor del Barcelona, Paco del Madrid, y socio activo de la peña madridista oscense, pero a ambos les unía una cosa: el carné de socio del Huesca. Además ambos eran de la antigua escuela, de los que iban a ver al Huesca cuando estaba en Tercera División, y eran de esos que no fallaban nunca. Daba igual que lloviera, que nevara o hiciera sol. Antonio y Paco siempre iban al fútbol y nunca abandonaban. Llegaron los años dorados y Paco y Antonio disfrutaron del ascenso primero a Segunda, sufrieron con el descenso en Huelva, sonrieron con el retorno, y se pellizcaron fuerte para saber que no estaban soñando con los dos ascensos a Primera.
Ambos sufrían mucho cuando hablaban conmigo del Huesca, pero llegó un momento, antes incluso del primer ascenso que nuestras conversaciones ya no eran del Madrid con Paco y del Barça con Antonio: lo único que les interesaba era el Huesca. Cuando Paco se jubiló, se dedicó a lo que más le gustaba: a ir al Huesca, a San Jorge a ver al Peñas Oscenses o a los equipos de fútbol base y al balonmano. Yo siempre bromeaba con él diciéndole: “Ya sólo te queda el baloncesto”, pero él decía que ya no le enganchaba tanto, aunque no faltó a las míticas marchas verdes de los años 80. Era madridista pero de esos que te reconocían que cuando jugaba mal merecía perder. Era un tipo generoso hasta el extremo, no sólo con su familia, con su sobrino periodista o su sobrina jotera, sino que en cualquier momento aparecía con algún detalle para niños y no tan niños. Un tipo de esos con quien siempre apetecía una charla, que siempre te buscaba para comentar la actualidad.
Antonio era tremendo. Un tipo de esos que te provocan con cariño pero que saben encajar las bromas con deportividad. Alguien que se tomaba el Barcelona tan en serio que hubo muchas noches que no quiso cenar por el disgusto. Un currante de los que ya no quedan que eso sí, ni podía faltar al Huesca ni a los partidos de balonmano, donde era casi tan forofo como su Barcelona. Pero con el paso de los años, quienes habían querido y amado tanto el color blanco y el azulgrana, los dejaron en un segundo plano y ya no había manera de chincharles si perdían: “A mí, háblame del Huesca”, me decía Antonio, “el Barcelona como si pierde todos los partidos”.
Conociendo lo forofos que habían sido y su cambio radical, me llevó a pensar que el Huesca estaba consiguiendo algo importante: que los que antes lo tenían como un pasatiempo divertido y cuando pitaba el árbitro se olvidaran del resultado a los 10 minutos, ahora lo tenían como equipo principal: disfrutaban sus éxitos, rabiaban por sus fracasos y los éxitos del Barcelona o del Madrid, les importaban lo mismo que un accidente de bicicleta en Pekin.
Desde hace algunos años, el Huesca entra de lleno en el corazón de la gente de la provincia y ya no se va, no se borra como si fuera una calcamonía, ni se cambia por otra camiseta. Ha llegado tarde, pero el Huesca ya se mete no sólo en el corazón de los niños, sino también de quienes fueron de otros equipos, simpatizaron con el equipo de su ciudad o provincia, pero que con el tiempo se han dado cuenta que les representa, que les deja mejor regusto una permanencia en Segunda que una Liga de Campeones, porque en el fútbol, ganar títulos no lo es todo.
Seguro que usted conoce a alguno que le ha pasado lo mismo que a Antonio y a Paco, pero yo hoy quería hablar de ellos, en representación de todos aquellos a los que el Huesca les ha llegado dentro, aunque haya sido tarde, pero que lo han disfrutado de lo lindo. Antonio y Paco ya no podrán disfrutar más. Antonio se fue a primeros de año, y dos semanas más tarde se marchó Paco. Antonio Marco era mi tío: Paco Bernat mi amigo. Tío y amigo me enseñaron a querer al Huesca, porque ellos lo sintieron antes que yo por edad, pero han dejado, como otros tantos que se fueron y que siguen, el claro ejemplo que no se es sólo de los equipos que ganan títulos, sino que la tierra y la ciudad tiran mucho. Yo ya no podré hablar más del Huesca ni con mi amigo Paco ni con tío Antonio, pero cuando gane el Huesca, sé que estarán contentos. Con eso me basta.
Me siento identificado con estos dos señores.Soy del Ath pero la SD Huesca tira mucho,soy socio y siento los colores de la SD.