Es tan simple que parece de perogrullo, pero también cierto: en esto del deporte del fútbol, la pelota es la que manda. El balón pone y quita entrenadores, sube o baja a los futbolistas de los pedestales futbolísticos, y aunque parezca muy simple, tiene el poder de enviarte a la gloria o al infierno en cuestión de segundos.
La misma pelota que hizo que la gente se encandilara con el Huesca tras 3 meses y medio de ensueño, le negó durante casi 5 partidos marcar goles y terminó enero con algunas señales de alarma. Pues esa misma cosita ligera, saltona y redonda, ha vuelto a sonreirle al Huesca que mira a sus compañeros de viaje desde una situación clasificatoria envidiable.
El sábado el Huesca no acumuló excesivos méritos para ganar, a mi juicio, pero terminó ganando, y las cosas no pasan porque sí. Porque tras querer y no poder durante 57 minutos, el equipo consiguió ponerse por delante, pero la sensación de que el rival podía empatar en cualquier momento, no fue capaz de eliminarla el Huesca y al final pasó lo inevitable.
Al contrario que muchos, yo incluido, el equipo se tiró con ardor a por un botín que ya consideraba suyo y esa ambición y esas ganas, hicieron que la pelota entrara en el último suspiro, y la ilusión volvió a desatarse de nuevo. Porque ahora es imposible mirar ya lo que hacen los equipos de la parte baja de la tabla, y es imposible del todo que los ojos no se nos vayan a lo que hacen Getafe, Tenerife o Cádiz, que anteceden al Huesca en la tabla.
Si bien es cierto que quedan 2 partidos para acariciar y confirmar una salvación que parece muy clara, es entendible que Anquela no quiera echar las campanas al vuelo, y no se mueva un milímetro de su discurso. Porque lanzar mínimamente la ilusión por hacer algo grande este año, pasa por no creerse superiores a nadie y no dejar de pelear un solo segundo.
Porque ya vemos que cualquier rival te pinta la cara: el Oviedo tan pronto te parece el Brasil del 70 que un equipo vulnerable, como vimos el domingo en Vallecas, el Getafe ha tenido que cambiar de entrenador para levantar el vuelo, equipos como el Nástic que parecían desahuciados han sacado momentáneamente la cabeza. Perdónenme el topicazo, que suelo huir de ellos pero esta vez me viene al pelo porque es rigurosamente cierto: en esta Segunda División, no hay rival pequeño.
Vivamos pues este momento dulce con ilusión y con expectación, porque no sé ustedes, queridos lectores, pero yo tengo la sensación, que este Huesca, todavía no ha tocado techo.