Fran Escribá empezó de la peor forma posible su camino en Zaragoza. El equipo aragonés perdió ante el Diocesano, en otra de esas jornadas que pasarán a la historia más negra de este club. Era un partido plagado de minas, el encuentro más especial para muchos de los futbolistas del Diocesano, una trampa para el equipo aragonés. El técnico no reservó a nadie, dibujó un plan muy similar al que quiere para la liga. Lo que ocurre es que este grupo está lleno de miedos: le afectan algunos problemas anímicos y otros tantos de fútbol. Y esa circunstancia, habitual en la competición doméstica, se mostró también en el torneo del KO.
En el esquema de Escribá no hubo mucha improvisación, pero sí un punto de naturalidad. Fue un equipo reconocible sobre el papel, sensato, al que todavía no habíamos visto en la temporada. En el 4-4-2 de Escribá hubo espacio para la dupla que forman Gueye y Simeone. También apareció otro futbolista sin protagonismo en el curso: Eugeni Valderrama. El resultado en el primer tiempo fue tan malo como en las ocasiones anteriores. Y las mayores novedades acabaron por dejar su sitio a Bermejo y Valentín Vada. Entre otras cosas porque Gueye no está para nadie y Eugeni ha renunciado a su fútbol.
Durante muchos minutos hubo una posesión tibia, sosa y sin profundidad. Ese control era una mera sensación, porque seguía sin haber colmillo en su delantera. Mollejo lo había probado desde la larga distancia y solo Simeone había agitado el ataque. Pero en el minuto 26 llegó la acción que lo cambió todo. Ratón quiso corregir un error en el despeje de Fran Gámez y se pasó de frenada, hasta cometer penalti. Lo transformó, frío, Dani Sales. Ese gol, que no estaba en el guión de ningún zaragocista, deprimió por completo al grupo de Fran Escribá y se convirtió en la mayor de las condenas.
El campo se estrechó, el Diocesano se aplicó en la defensa colectiva y el Zaragoza no encontró grandes recursos hasta el descanso. Bermejo mostró en su regreso que es el jugador con más talento de este grupo. Por su zona, acostado en el perfil diestro, llegaron las mejores opciones para el empate. También Mollejo lo probó desde ese lugar, en centros que son también medios disparos, pero que nunca son gran cosa. Francés bordeó el gol, tras un par de servicios de Alberto Zapater. Pero no hubo nada más que decir en el partido.
En la segunda mitad, el Zaragoza se conformó con arrinconar a su rival, pero volvió a ser un equipo sin remate. Solo faltaría que no llegara a agobiar a un rival de Segunda RFEF, en la caída más dolorosa de este curso. No es la que más incidencia tendrá en la lucha real de la temporada, pero sí la más vergonzosa. No hubo grandes oportunidades en el tramo final, quizá porque al Zaragoza le afecta un bloqueo que sirve para perder en cualquier contexto. Si Fran Escribá perseguía la estela de Juan Ignacio Martínez, se encontró con un grupo derrotado, que hereda las heridas de Carcedo y todos sus miedos. El estreno del técnico pareció más bien una necrológica.
El tramo final mostró las lagunas de este equipo, vencido por un grupo que acortó el salto de todas las categorías. Escribá empieza su camino en Zaragoza por la ley de la derrota. No hubo revulsivos en el cambio de plan del Zaragoza y sí la primera penitencia.
Ficha técnica
Diocesano: Cordero, Manu, Varona, Armenta, Del Valle, Assan, Sales, Javi González (Pliego, 77´), Margallo (Guerrero, 66´), Viera (Diego Díaz, 83´) y Rayco (Rivera, 77´).
Real Zaragoza: Ratón; Fran Gámez (Larrazabal, 66), Francés, Jair Amador, Gabi Fuentes; Jaume Grau (Francho, 66´), Zapater; Mollejo (Puche, 77´), Eugeni (Vada, 46´), Simeone; Pape Gueye (Bermejo, 46´).
Goles: 1-0, min. 28: Dani Sales, de penalti.
Árbitro: Alejandro Quintero González (Comité de Andalucía). Sancionó con amarilla a Assan, por parte del Diocesano y a Mollejo y Fuentes en el bando aragonés. Ratón fue expulsado en el cierre del encuentro, condenado por sus dos amarillas (27´ y 90´).
El ‘mal’ está muy avanzado para que un simple entrenador de fútbol pueda reconducirlo…
El muerto ha devenido un zombie…