Dijo Rubi tras el derbi que a su equipo lo que le faltó fue “claridad en los últimos metros“. Y razón no le falta. Y quizás fue una de las causas de que en la tarde del sábado el Huesca no sacase algo de provecho de una Romareda enfurecida. Sus pupilos saltaron al verde con el pie derecho y demostraron desde el comienzo su principal virtud, que no es otra que la personalidad para jugar, logrando tener el partido controlado en todo momento, puesto que las dos únicas concesiones del inicio provienen de una línea mal tirada y de un fallo individual en una entrega en salida.
Porque el Zaragoza, inherente a su estilo, el que rodea al esférico, como el azulgrana, propuso. No por ello logró acechar con precisión pero sí quiso superar al Huesca desde la circulación. Situados en su particular 4-4-2 en rombo, los blanquillos buscaban enlazar hacia el costado desprotegido dada la igualdad numérica en la medular. El Huesca, que replegó como atacó (4-3-3), sin balón no ocupó unas bandas que los de Natxo invadían con un interior o la caída del punta, pero eran incapaces de progresar o de dañar por dentro.
Así, el conjunto oscense solo debía vigilar la situación que se producía en los costados; dejó que el Zaragoza llegara a ellos y saltó para que no avanzase ni enlazase fácilmente. Vadillo o ‘Chimy’ en bandas apoyaban a Melero o Sastre respectivamente. Y el Huesca lo tuvo todo bajo control pese a que el ambiente quisiese confundir al espectador. El único peligro residía en el dos contra dos que existía atrás, ese Pombo ante Jair y Borja Iglesias frente a Pulido, donde el talaverano se erigió de forma primordial contra el gallego.
La salida de ambos conjuntos era orientada hacia fuera y quien mejor lo superase estaría más cerca de una buena oportunidad. De ahí el sorprendente despliegue de Brezancic y la actuación de Alexander para acciones individuales o centros laterales, también sobre el área azulgrana, algo que le imprimió al encuentro un ritmo más alto que de costumbre para tratarse de una primera mitad. En la segunda, el Huesca cambiaría su repliegue: de un 4-3-3 a su 4-4-2 desplazando a un interior -Sastre- y quedando ‘Chimy’ y ‘Cucho’ frente a los zagueros zaragocistas.
Aquí Rubi obligó al Zaragoza a salir solo por izquierda. Con Vadillo emparejado a Benito en el carril contrario, quedaban Melero, Aguilera y Sastre pendientes de Ros, Febas y Zapater, siendo el balear quien bascularía hacia el costado de Lasure cuando el balón le llegase al lateral. De nuevo, todo controlado hasta que en una acción con superioridad -Alexander y Pulido ante Borja Iglesias- en un balón largo propició la desventaja previa falta de entendimiento. Y a activarse e intentar desordenar a los locales. El Huesca acumularía cerca del 65% del cuero en el segundo acto.
Con Moi y su total libertad de movimientos desde dentro añadido al recorrido de Melero, el Huesca pretendió despistar al Zaragoza para que le fuese más complicado respetar los marcajes, algo que se acentuó con la participación interior de Gallar y Vadillo, tomando altura tanto Alexander como Brezancic. A este Huesca del tramo final que aglutinó el balón en campo rival solo le faltaba un rematador y Rubi apostó por Camacho, mientras ‘Cucho’, muy móvil, pasó a acechar por detrás. Y ahí quedó patente la “falta de claridad” para encontrar el camino al gol.