El Zaragoza descubrió hace tiempo la pista de su futuro. Y Francho, Francés, Azón, Puche o López son ahora los mejores representantes del presente. Hay en su fútbol un descaro impropio de su edad y una responsabilidad que solo se entiende a través de su identidad zaragocista. Les unen los años compartidos, el amor por el club, el ambiente de confidencias y los triunfos de cantera. Todos ellos viven en su propia piel el sueño que proyectaron desde niños. Y entre ellos hay también otro denominador común: un entrenador que se atrevió a mezclarlos.
El milagro de cantera
Hace unos años, Iván Martínez convirtió al juvenil del Real Zaragoza en una de las referencias de España en el fútbol de cantera. Su grupo tenía una virtud que destacaba sobre las otras: un sentido competitivo especial, una fe inquebrantable en sus posibilidades. Todo el mundo conoce esa historia: el Zaragoza logró el título de Liga y reinó también en La Copa de Campeones. La temporada siguiente compitió en la Uefa Youth League y ganó y brilló en La Romareda, hasta toparse con el Olympique de Lyon en los cuartos de final. Francho Serrano y Miguel Puche definieron entonces la clave de ese Zaragoza: “Somos un equipo. Con todas las letras”.
La temporada pasada, el primer equipo reclamó a Iván Martínez tras la destitución de Baraja. Él, que se definió siempre como un hombre de club, asumió un reto sin grandes posibilidades de éxito. Todo le salió mal entonces, con siete derrotas en ocho partidos. Tras su regreso al filial, su destino estaba ya escrito: una destitución en diferido. Después de trece años de trabajo en el club, Iván Martínez fue despedido del Real Zaragoza en julio. A su salida le siguió la de Luis Carbonell, quizá el jugador más singular de toda una camada.
Martínez fue un daño colateral y entrenar al primer equipo fue quizá su mayor condena. Pero en esa derrota personal se esconde también una victoria histórica. Su herencia sigue vigente en el primer equipo, a través de una generación llena de talento. Los cachorros del Zaragoza han alcanzado en poco tiempo el elemento más difícil de este juego: ganar partidos por sí mismos.
El Real Zaragoza y su quinta de campeones
Francho Serrano es un mediocampista moderno. Domina el fútbol de transición y sabe que su mejor virtud es hacer brillar al resto. Es también un zaragocista ejemplar, un jugador con sentido institucional. Alejandro Francés no tiene techo. Es buenísimo y lo sabe. Y no le importa demostrarlo. En su fútbol hay talento y desafío. Valentía, concentración, todos los recursos defensivos y un punto de osadía.
A Iván Azón lo definió como nadie Francho Serrano: “Por un gol es capaz de meter la cabeza en una lavadora y el pie en un pozo de barro lleno de serpientes”. En carrera, es toda una estampida. En el área, intuye y aprende rápido, hasta dominar los secretos del remate.
Miguel Puche es la improvisación, el regate y el fútbol sobre la marcha. Juega como si silbara y en La Romareda ya ha probado que tiene goles imborrables en su recámara. El quinto en discordia es Ángel López, al que JIM le niega los minutos que merece. Es un defensor completo, un lateral con armadura y con poder para afrontar cualquier duelo.
Los cuatro triunfos consecutivos permiten que la permanencia sea ya solo una cuestión de tiempo. Incluso, alimentan el sueño de los más valientes. Pero entre los más prudentes y los más osados hay también un punto en común: la felicidad por los triunfos que proyecta su cantera.