ZARAGOZA | La permanencia de Fran Escribá en el banquillo depende de muchas cosas. Para el técnico la confianza de sus superiores sigue siendo inquebrantable. Son “gente de fútbol”, ha dicho alguna vez. Como si eso les librara de una ley que reúne a todos los deportes: el resultado. Según Escribá, a ellos no se les puede acusar de pensar solo en ganar.
Hay un factor curioso que ha marcado su continuidad. La suspensión de la primera ronda de Copa ha provocado un stage en el centro de la temporada. Su destitución en estas fechas podría parecer inoportuna, por mucho que en el fondo todas puedan serlo.
El panorama que resta parece ya escrito. Si no hay un descalabro en Copa, Escribá puede afrontar un match ball ante la SD Huesca. En un partido siempre lleno de alicientes, La Romareda estará en llamas. Y el duelo estará marcado además por dos dinámicas distintas. Pero esa parece hoy una historia todavía lejana.
Una prórroga en Copa
La repetición del encuentro parece un guiño del destino y sirve como prórroga para Escribá. Llegará, de un modo circular, en el torneo en el que el técnico lo empezó todo con el Zaragoza. La eliminación ante el Diocesano del curso pasado fue el peor estreno posible: “Los jugadores están como tiene que estar, avergonzados”, dijo entonces. El técnico no ha variado su discurso en la derrota y quizá ese mensaje y, no los resultados, ha abierto la mayor grieta con el vestuario.
El Real Zaragoza, acostumbrado al viento en su ciudad, no jugó ante el Atzeneta por el temporal y el temblor que ocasionó en unas torres de luces. Y quizá por esa misma razón tan circunstancial puede mantener Escribá su puesto.
La presentación de La Nueva Romareda se basó en un eslogan célebre. El grupo IDOM recurrió a uno de los estribillos más conocidos de Bob Dylan para inspirarse en sus maquetas. Es probable que haya más argumentos que a estas alturas justifiquen la continuidad del técnico. Pero ninguna conclusión parece tan pegadiza como la siguiente: la respuesta está en el viento.