ZARAGOZA | Inmerso en una crisis mental y de resultados, el Real Zaragoza encara el tramo final del curso con más preocupaciones de las que se presagiaban a finales de agosto. Con los puestos de ascenso cada vez más lejos y con el descenso a tan solo 4 puntos, el cuadro de Miguel Ángel Ramírez tendrá en las próximas semanas dos partidos que son considerados casi como dos finales. Las finales suelen jugarse en campo neutral, pero los aragoneses cuentan con la suerte -o no- de jugar ambas en La Romareda, con su gente.
A pesar de contar con esa ventaja, lo cierto es que La Romareda ha sido un arma de doble filo en los últimos años. Mientras muchos equipos desearían contar ella, el Real Zaragoza no ha sido capaz de aprovechar el empuje de 20.000 gargantas animándoles cada partido en casa. Los números son muy pobres: 15 puntos de 39 posibles este curso. Unos números que solo empeoran FC Cartagena (con 8) y Racing Club de Ferrol (con 9), conjuntos que marchan 22º y 20º en la clasificación.
Si al inicio de la temporada se hablaba de La Romareda como un factor clave para lograr el ascenso, de nuevo se habla del Municipal como un factor fundamental. Pero en esta ocasión se habla precisamente para lo contario: escapar del descenso. Una situación triste y preocupante, pero que sin duda puede ser su gente quien le de el plus que necesita el equipo. Un estadio histórico que guarda en su recuerdo grandes noches y que espera que las últimas, aunque no sean tan gloriosas, se cuenten por victorias. Para ello, los jugadores deberán apoyarse en su mística para revertir la situación, esfumar todas las dudas y brindarle una digna despedida. Una vez más, será la vieja Romareda la que dicte sentencia.
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