ZARAGOZA | El Real Zaragoza de Fran Escribá ha encontrado su identidad en el último tramo de la competición y piensa que la inercia de final de curso puede servir para el principio del siguiente. Raúl Sanllehí está ante uno de los momentos más ilusionantes de su vida en el fútbol, también de mayor responsabilidad: en Zaragoza tiene las llaves de casi todo. Y confía en el poder de un tándem especial y contrastado en el plano deportivo: el que forman Juan Carlos Cordero y Fran Escribá.
La reconstrucción institucional se le ha encomendado a un conglomerado de inversores internacionales, que forman una especie de laberinto accionarial. Sanllehí es el regente de un trono que ocupa ante los focos Jorge Mas Santos y Joseph Oughourlian desde las sombras. Entre bastidores, aparece la figura de Gil Marín, artífice de las sinergias que unen a Atlético de Madrid y Real Zaragoza, con Ares Managment como intermediario. En esa promesa, la construcción de un nuevo estadio es un requisito imprescindible: la piedra filosofal.
Mientras se resuelven los asuntos del futuro, con unas elecciones de por medio, el Zaragoza quiere mejorar su suerte en el césped. Sanllehí piensa ahora que su idea está en buenas manos: Cordero construye equipos de autor y Escribá ha demostrado que sabe manejarlos.
La solidez defensiva, el punto de partida
Basta escuchar al técnico para entender las líneas maestras del Zaragoza que viene. Escribá quiere un equipo con un rostro competitivo propio, capaz de adaptar su piel a las necesidades del partido. Generoso en el esfuerzo y riguroso en la fase defensiva. Un grupo hecho a la medida exacta de la categoría. Pero para ello no basta con lo que tiene ahora: entre otras cosas, porque el equipo que inicie la temporada que viene será muy distinto al que acaba esta. También porque con este no ha alcanzado para estar nunca cerca de la ilusión. Y ahí, en el lugar del cambio, es donde entra Juan Carlos Cordero.
El director deportivo se define como un tipo de fútbol. Prefiere el césped a los despachos. Sus charlas llegan al borde del córner, en reuniones que se improvisan al sol, con el balón de por medio. En ese punto de La Ciudad Deportiva, busca la sintonía con Fran Escribá y quiere entender a los futbolistas. El verano de Cordero será tan estimulante como complejo, con una docena de salidas programadas en su agenda y con la necesidad de encontrar en el mercado grandes soluciones para su equipo.
El tiempo de los rumores
Los rumores de verano empiezan ya en mayo y el sondeo arroja cerca de una decena de nombres. Carlos Martín puede ser el testigo ideal de Giuliano Simeone, cuando todo indica que el argentino tiene fútbol de primera ya en sus piernas. El Zaragoza pretende reforzar ambos laterales y los rumores sitúan a Dani Tasende o Javi Jiménez como algunas de las posibilidades. Para la portería se busca un relevo a Cristian Álvarez, con Rubén Yañéz entre las cávalas. Para el centro de la defensa, se apostará por una pieza que aporte experiencia, si se resuelve el dilema que hay con Alejandro Francés.
Marc Aguado regresará y quiere encontrar en La Romareda la confianza que el club le negó en la última temporada. Para el ataque, se buscan extremos capaces de cambiar el plan de los partidos: se mencionó a Dani Ojeda, aunque Bryan Zaragoza es el favorito de la afición, por el fútbol y por el nombre. El Periódico de Aragón situó a Sinan Bakis como el deseo más firme de Cordero para la delantera. El turco, nacido en Alemania, ha sorprendido en la categoría, con un fútbol potente y solidario, poderoso en el remate y ejemplar en los conceptos colectivos.
Los rumores se sucederán mientras el director deportivo prepara un giro de guión para su Zaragoza. El tramo final de la competición propone además un aliciente: el premio económico tendrá una incidencia directa sobre el límite salarial de la plantilla. Allí, en ese lugar de la escena, Cordero debe mostrar su ingenio y consensuar sus movimientos con el plan táctico de Fran Escribá.
El técnico quiere que el final de curso sea el mejor tráiler de la siguiente temporada. La salvación del Zaragoza nunca será un triunfo, sino un alivio tan triste como imprescindible. Y el triunvirato que ahora forman Sanllehí, Cordero y Escribá quiere que sea también la promesa del mañana.