Del dicho al hecho hay un trecho. Torrecilla dijo que el Zaragoza tenía plantilla para meterse en la pomada en las diez últimas jornadas. El hecho, la realidad, es que al equipo no le da más que para competir por no caer en puestos de descenso a final de temporada. Quizá todos entendimos mal a Miguel. Quizá la pomada a la que se refería era esta, de las que escuecen. Y veremos si cura.
Sin duda, el Real Zaragoza es a día de hoy un conjunto descompuesto en lo futbolístico y, lo que es más preocupante, en lo anímico. La dura derrota de ayer frente al CD Leganés –otra más– puso de manifiesto la incapacidad de Juan Ignacio Martínez y de sus pupilos para sacar los partidos adelante. Sobre el césped no se percibe la existencia de una hoja de ruta clara para afrontar los duelos; la improvisación reina sobre las piernas de unos futbolistas en su mayoría escasos de calidad, y los rivales lo saben. El Leganés, sin hacer ni mucho menos un buen partido, consiguió meterle mano a un Real Zaragoza indefenso e inofensivo. Los pepineros saltaron al partido ordenados y con una directriz clara: esperar a que fallen los maños, que fallarán.
Los primeros minutos de la noche de ayer se pueden calificar de dignos. Los jugadores zaragocistas –ayer vestidos de rojo– salieron a morder a sus rivales mediante una presión adelantada y organizada, lo que provocó que fueran suyos los primeros acercamientos con malicia. Parecía que la chapuza de la cláusula de Sabin Merino ya se había olvidado y que el Zaragoza afrontaba el partido con la intención de vencer de una vez por todas. Pero en este club nada es lo que parece.
Como sucedió también en Ibiza, los zaragocistas sobre el césped aminoraron sus prestaciones y dejaron que el Leganés se creciera y les ganase. Otra vez, el técnico rival le ganó la partida a Jim. Nafti quiso ganar y agitó el avispero de los cambios. En la segunda mitad cambió le rumbo del encuentro mientras que Juan Ignacio, atónito, esperó impasible el devenir de los acontecimientos hasta que fue demasiado tarde. “¡Queremos un tiro a puerta!”, acabaron exclamando con ironía los zaragocistas desplazados al Estadio de Butarque.
Con la de ayer ya son demasiadas las veces en las que la mano de Jim a la hora de reajustar al equipo durante los partidos perjudica a los suyos. Cambios incoherentes, tarde y mal. Está claro que la pizarra del entrenador del Real Zaragoza no gana los partidos.
Dos largos meses en Zaragoza
El dato que mejor refleja la caída de este equipo es el número de victorias en Liga en los dos últimos meses: cero. Nueve partidos consecutivos sin sumar tres puntos, en los que tan solo el Zaragoza ha anotado cuatro goles. Desde luego, unos registros paupérrimos que de mantenerse en el tiempo conducirán al club a Primera RFEF de cabeza.
Echando la vista atrás, muy atrás, las tres victorias consecutivas que se lograron después de la agónica racha de nueve partidos empatando se ven como un oasis en medio de esta desértica temporada 2021/2022. La realidad del Real Zaragoza es la que se ha visto en el resto de sus partidos. La hambruna goleadora ya no se compensa con una defensa férrea, ya que en esta consecución de nueve encuentros sin ganar, Cristian Álvarez ha encajado 14 goles. La excusa de la defensa ya no sirve si aspiras a algo más que a empatar.
La afición ha explotado del todo. Los complicados meses a nivel institucional con una hinchada en contra de una directiva tóxica y un equipo a la deriva en lo futbolístico están generando frustración y rabia a partes iguales. Los peores presagios sobrevuelan las cabezas de los zaragocistas. Muchos piden la cabeza de Jim, y con la suya, la de quienes le pusieron en el banquillo. Aunque lo que es perentorio es hacer un llamamiento a la cordura. Quedan jornadas suficientes para salvar este marrón, y Jim, a pesar de su agotado crédito, puede cumplir unos mínimos para acabar la temporada e irse en paz.
Lo que es ya una obviedad manifiesta es dónde está ahora mismo el Real Zaragoza. Asumir la realidad será el primer paso para superarla. La pomada que se quiso vender al cierre del mercado invernal desde la dirección deportiva encarnada en Miguel Torrecilla es una de las mayores tomaduras de pelo que ha vivido la afición en mucho tiempo. Que ya es decir. La pomada sobre la que se está embadurnando el Zaragoza escuece mucho. Lo dicho, veremos si al final cura.