ZARAGOZA | Francho Serrano ha alcanzado a los 21 años la cifra de 100 partidos con el Real Zaragoza. Hace un año le dijo a este medio que todo había pasado muy rápido para él. Nada ha cambiado en el siguiente. Como el fútbol sirve como un reflejo de todo lo demás, Serrano vive igual que juega. Conduce y piensa rápido y ve los partidos a toda velocidad, con fotogramas en movimiento, en diapositivas que nunca se detienen. Francho pelea y se ofrece, corre y se despliega, en una cadencia corta y ágil, mecánica y casi desgarbada, como un ciclista en pleno descenso.
La temporada le ha descubierto muchas cosas. Ha vivido en el mismo curso el peor y el mejor momento como futbolista profesional. Lo inició con una pretemporada irregular y le costó encontrar las huellas de su juego. Todas han llegado con Fran Escribá, que entendió su lugar en el plan colectivo y le dio las alas que necesitaba. Serrano; mitad futbolista, mitad estratega; ha jugado en el último tramo del curso mejor que nunca.
Su mezcla con Jaume Grau le ha dado al Zaragoza una identidad competitiva definitiva. Entre los dos rige la teoría de los opuestos. Si Grau entiende el juego desde la pausa y la buena letra, a Francho no le importan los tachones: quizá porque sabe que su voluntad le ayudará a reescribir la jugada. A la vuelta de la esquina le espera Marc Aguado, en busca de un sueño compartido.
Serrano ha modulado su juego y se ha convertido en un líder silencioso. Su sentido de club le lleva a ser importante y emocional, imprescindible en todos los equipos que vengan. Y en este grupo es casi una unidad de medida. Desde que llegó a la primera plantilla, cuesta reconocer al Zaragoza si Francho no guía a su media.
Es todavía un jugador imperfecto, un futbolista en formación, que lo intenta y se equivoca, que aprende y absorbe a la velocidad del vértigo. Pero Francho Serrano es, por encima de todo, un zaragocista ejemplar. Sus 100 veces con el Real Zaragoza lo demuestran. Y admiten una conclusión: resulta difícil encontrar un futbolista con tantas ganas de jugar para siempre en el equipo de su vida.