El Real Zaragoza anunció ayer la contratación de Fran Escribá (Valencia, 1965) para su banquillo. Raúl Sanllehí le ha dado las llaves de La Romareda y planea la reconstrucción de una temporada que ha nacido entre sombras. Escribá es un técnico sensato, discreto, sin grandes aspavientos. Ha desarrollado el grueso de su carrera en Primera División y el Elche siempre tendrá un lugar especial entre sus equipos. También el Getafe, el Villarreal y el Celta de Vigo son parte de sus 272 partidos como primer entrenador. Antes, acompañó a Quique Sánchez Flores en el Valencia, Atlético de Madrid y Benfica como segundo.
Fran Escribá quiso ser futbolista mucho antes que entrenador. Compartió su pasión con su hermano mayor y combinó su dedicación al balón con otros deportes como el atletismo y el judo. El Valencia descubrió su talento y su zurda. En sus entrevistas a menudo confiesa que todos sus sueños de infancia eran de fútbol. Fino y sutil en el juego, pasó por todas las categorías inferiores del Valencia pero nunca llegó a debutar con el primer equipo en un partido oficial. De ese sueño frustrado parte también su dedicación a los banquillos. Un lema le acompaña en todas sus charlas: “Tengo la segunda mejor profesión del mundo”.
Los secretos de Fran Escribá
Si el mejor de los oficios se desarrolla en el césped, en el segundo Escribá es un líder tranquilo y silencioso. Metódico y ordenado, construye un lugar para el talento, pero no le permite más licencias que al resto. Quizá su mejor virtud reside en la gestión del grupo, en una lectura sosegada de los códigos del vestuario.
Su receta tiene que ver con el ánimo y la comprensión de los jugadores, con la pausa y la reflexión en el lugar de los gritos. Esa cualidad le acerca a Zaragoza por encima de cualquier otra: Sanllehí descubrió en el vestuario de Mendizorroza a una plantilla frágil y triste, hundida ante el peso de las derrotas. Escribá, habituado también a las situaciones límites, llega para revivir a un grupo tocado en el ánimo y en el fútbol.
Segundo de Sánchez Flores y una carrera en solitario
Fran Escribá en una imagen de archivo, en su regreso al Elche FC | Foto: RFEF
El técnico entiende el deporte a través del equilibrio y en su aprendizaje Quique Sánchez Flores tuvo un lugar fundamental. Logró títulos a su lado, con el Atlético y el Benfica, hasta que descubrió que prefería ser un mal maestro que el mejor de los aprendices. Y no tardó en demostrar que también estaba preparado para una carrera en solitario.
En su primera temporada como técnico construyó un equipo especial: el Elche de los récords, que caminó con paso firme a Primera y logró la salvación después. Sus siguientes experiencias en el banquillo le llevaron a Getafe (donde nunca encajó) y a reanimar a dos equipos heridos: Villarreal y Celta de Vigo. En Balaídos entendió el talento de Iago Aspas, la mejor zurda que ha visto el fútbol español desde Messi. Vivió una segunda parte en el Martínez Valero y unos meses después de la salvación, su cese provocó un cisma entre la grada y la directiva. Su despedida se sigue recordando entre la afición del Elche: “Puedes comprar un club pero no el cariño de la gente”.
El técnico valenciano llega a La Romareda un año después de su cese. Sanllehí busca el cambio de todas las inercias. Escribá, por su parte, recurrirá a su método: a la lectura del juego y a una autoridad tranquila y silenciosa.