Menudo bajón lo del Huesca ante el Tenerife. El juego dejó una sensación de pesimismo en la larga semana previa a la visita a La Romareda. Tras el buen inicio y la mini crisis de cuatro partidos sin ganar, el bálsamo de la victoria en San Sebastián, aunque no viniera envuelta en demasiada brillantez, había apagado algunas dudas sobre la falta de gol o la candidez defensiva y la falta de efectivos en la zona central de la defensa. Pero con muy poco, el Tenerife no sólo resucitó las malas sensaciones, sino que abrió algo más las heridas de un equipo que no termina de arrancar.
Para colmo de males, las cuatro patas que sujetan este Huesca flaquearon, unas más y otras menos, pero tienen que sostener juntas el peso que caiga sobre ellas. Si una falla vamos mal, imaginen si fallan las cuatro. La primera que falló, sobre la que la mayoría carga esta vez, fue la de Nacho Ambriz, quien en el descanso vislumbró un problema que nadie veía, o al menos al que nadie le daba importancia, y consiguió que cayera un equipo que sin ser brillante, había sido un atisbo de buen equipo en la primera parte.
Porque empezó bien el Huesca, con 10 de los 11 que habían ganado en San Sebastián. Pero lejos de sufrir los ataques del rival como pasara ante los de Xabi Alonso, el Huesca adelantó unos metros su defensa, presionó bien y alto y con la movilidad de Joaquín, Escriche y Juan Carlos, construyó algo parecido a una idea de juego, que sólo rompió el grosero error que supuso el gol del empate.
Cambio de traje
Sin ser vertiginoso, el Huesca no había sufrido demasiado, su portero casi no había trabajado y daba la sensación de parecer que se llevaría la victoria de seguir por el camino de los primeros minutos. Pero Ambriz se equivocó: desvistió el santo y en lugar de cambiarle el traje lo desnudó. Porque aunque el Huesca llegó con dos o tres tímidas ocasiones, el Tenerife vivió bastante tranquilo en el segundo acto ante un Huesca inoperante.
Tampoco estuvo acertada la pata que forman los jugadores. Ante los canarios, sólo los destellos de Joaquín y lo poco que pudo insinuar Juan Carlos hasta que fue sustituido, parecieron ser destacables. El resto vivieron entre el aprobado justo y el suspenso, y eso, en un equipo que quiere aspirar a estar arriba, es complicado justificarlo.
Pocos efectivos
El equipo no murió en área rival, no supo encontrar nunca a alguien que individualmente superara a su rival, a alguien que pudiera ser el faro a quien agarrarse. Esta vez ni existieron los buenos centros de Mateu porque en la segunda parte poco pudo lucir. El Huesca se apagó completamente y lo que es peor, cuando mirabas al banquillo solo veías seis futbolistas para poder salir, portero suplente incluido.
Si tu entrenador no está acertado, si los futbolistas no están en su mejor momento, y en el banquillo solo tienes seis efectivos disponibles para variar las cosas, la tercera pata, la conformada por el club y su dirección deportiva, acaba por ser señalada. Porque solo van ocho jornadas, y el mensaje sigue siendo de hacer una plantilla corta, cosa que a uno le cuesta entender porque esta temporada se compone de 42 partidos, hay varias semanas con 3 partidos al haber jornada intersemanal, hay ausencias por convocatorias de selecciones y luego están las lesiones, que evidentemente no se pueden programar, pero que pueden darse.
Todo esto me hace pensar que esa idea de hacer una plantilla corta, puede ser contraproducente, más aún en un equipo, donde se ha apostado por una cantidad importante de futbolistas sin experiencia en la categoría o en el país.
La cuarta pata de este banco, la más importante y de la que más orgulloso hay que estar, la afición, también me dejó un regusto amargo. Porque es bien cierto que en la segunda parte el Huesca estuvo desaparecido, pero eché de menos su empuje y sus ganas para que el equipo al menos se despertara, creyera en sí mismo, fuera a por el partido, buscara una carambola o algo que le hiciera estar cerca del empate.
Exigencia y esperanza
Me parece bien que la afición exija y busque la excelencia del Huesca, la plantilla por presupuesto debe dar más, pero no hay que perder la perspectiva de que a veces, alguien es quien debe dar el primer paso para ir a por el gol, y si el equipo no puede o no lo consigue, la afición debe ser quien tome la iniciativa y empuje a los suyos.
Van ocho jornadas y queda mucho. No dudo de que las cosas mejorarán, pero quizá sea un poco tarde cuando suceda, y al Huesca, al equipo que quiere estar arriba, no sé si le dará tiempo para reengancharse a ese tren. No obstante, que falten días para el próximo partido seguro que consigue aumentar nuestro optimismo, y que los fallos que todos hubieran podido cometer en el último partido o en los anteriores, se corrijan, se minimicen o se olviden.