Íñigo Eguaras pertenece al grupo de los futbolistas incomprendidos. Su fútbol, incluso en sus momentos más redondos, siempre ha generado un punto de controversia. Su forma de jugar no entiende de materias grises. O lo admiras o te desquicia. O lo odias o lo amas. Esta temporada, brilla especialmente en un Zaragoza sin remate. Se ofrece, es el guía del juego y un artista que compone su melodía con pases imposibles.
El Zaragoza es un equipo sin gol, tierno en las dos áreas. Cree dominar los partidos, pero aún no sabe lo que es mandar en el marcador. Le volvió a suceder en el Anxo Carro, en otra tarde dulce de Íñigo Eguaras. Al futbolista de Ansoaín le suelen sentar mejor las letras que los números, pero esta temporada aparece en los mejores rankings del equipo. Frente al Lugo, lideró el juego del Zaragoza con 60 pases y un 83% de acierto en sus servicios. Recuperó y ganó 4 de los 6 duelos en los que se vio involucrado. Limpió la jugada para Nano Mesa, en uno de esos pases que solo él puede dar en este Zaragoza. A pesar de sus 15 pérdidas, llevó el peso del equipo en sus mejores momentos del juego. Giró sobre sí mismo, regateó y probó suerte en dos tentativas.
El inicio de Eguaras
Los registros de Lugo no parecen casuales y se trasladan también a la temporada. Es el futbolista que más pases da del Zaragoza (430, con un 86% de acierto), el que más regatea (7) y uno de los cuatro jugadores del equipo que ya saben lo que es marcar. A pesar de sus cifras, su juego sigue generando detractores. Es de esos mediocampistas que mejoran ante las situaciones más complejas del juego y que se descuidan en las acciones más sencillas. Es capaz de trazar un pase en medio de una multitud y de comprometer al equipo en la salida del juego. Hay quien piensa que pagar una entrada es rentable tras ver uno de sus detalles. Otros creen que tiene un perfil competitivo bajo, que es frío y poco productivo en los grandes momentos del año.
Eguaras es un futbolista singular, genial unas tardes y triste las otras. Le gusta la soledad en la construcción, la panorámica completa de la jugada. En defensa, necesita compañía, el recorrido de sus dos centinelas. Francho Serrano y Alberto Zapater le cubren hoy las espaldas, en un esfuerzo silencioso, oscuro e impagable. Eguaras contempla el despliegue de sus interiores y lo agradece con lucidez y con su mejor inicio en Zaragoza.
Curiosamente, el navarro brilla en un equipo hecho a su medida: irregular, sin gol ni término medio. Su rendimiento parece incontestable precisamente en ese contexto: en el de un bloque que no sabe ganar ni siquiera cuando lo merece. Como siempre se sospechó de su constancia, conviene saborear hoy los mejores momentos del mediocentro. Parte de su encanto reside en dos matices que explican su juego: nunca supo poner de acuerdo a todo el mundo y no sé sabe cuánto durará su inspiración.
Por eso, a Eguaras hay que verle ahora.